miércoles, 16 de septiembre de 2009

Lo siento, OTRAS TIERRAS RECLAMAN EL CONCURSO DE MIS MODESTOS ESFUERZOS

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Me voy a

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New York

&

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Philadelphia

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That's all, folks!

Rosh Hashaná

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(Liten askenasisk sjofar)

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Es el año 5770 según el calendario judío y su pueblo celebrará el Rosh Hashaná (Año Nuevo) entre los días 19-20 de septiembre.

Shaná tová para mis amigos judíos Karin Aldrey, Jacobo Machover, mi prima Yentl (Gentil Maya) y a todos los que compartimos el apellido sefardita Fagundo, familiares o no, porque, como decía mi madre orgullosamente, "todos los Fagundo pertenecen a una única rama."

TENNESSEE WILLIAMS - Life Story

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Life Story

by Tennessee Williams

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After you've been to bed together for the first time,
without the advantage or disadvantage of any prior acquaintance,
the other party very often says to you,
Tell me about yourself, I want to know all about you,
what's your story? And you think maybe they really and truly do
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sincerely want to know your life story, and so you light up
a cigarette and begin to tell it to them, the two of you
lying together in completely relaxed positions
like a pair of rag dolls a bored child dropped on a bed.
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You tell them your story, or as much of your story
as time or a fair degree of prudence allows, and they say,
Oh, oh, oh, oh, oh,
each time a little more faintly, until the oh
is just an audible breath, and then of course
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there's some interruption. Slow room service comes up
with a bowl of melting ice cubes, or one of you rises to pee
and gaze at himself with the mild astonishment in the bathroom mirror.
And then, the first thing you know, before you've had time
to pick up where you left off with your enthralling life story,
they're telling you their life story, exactly as they'd intended to all along,
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and you're saying, Oh, oh, oh, oh, oh,
each time a little more faintly, the vowel at last becoming
no more than an audible sigh,
as the elevator, halfway down the corridor and a turn to the left,
draws one last, long, deep breath of exhaustion
and stops breathing forever. Then?
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Well, one of you falls asleep
and the other one does likewise with a lighted cigarette in his mouth,
and that's how people burn to death in hotel rooms.

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Hermoso poema de Tennessee Williams, uno de los escritores a los que siempre regreso. Hermoso, real, duro, sarcástico, insospechable e insospechado. Me encanta que se ría de mí. Al fin y al cabo, eso es también la vida. ¿O no?

martes, 15 de septiembre de 2009

Dolores Lago González - Las Joyas de la Corona

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Las Joyas de los Lago. Es mi prima Dolores, que vive en alguna parte maravillosa del estado de Illinois, USA, y se dedica, con muy bien acierto, a tejer encajes en cobres y metales para embellecer aún más la hermosura femenina. Aquí pueden apreciar su trabajo, degustarlo, mirarlo desde diversos ángulos y... lo que es mucho mejor, también pueden encargarlo.

David Lago González

http://www.artslant.com/global/artists/show/105785-dolores-lago

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oh sisters...

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Lord help the mister who comes between me and my sister.

Lord help the sister who comes between me and my man.

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lunes, 14 de septiembre de 2009

Harold Alavarado Tenorio - Aquel piso vacío

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Recordemos tú y yo

aquel piso vacío

que daba a la plaza de toros

a mediados del año

de tus dieciséis

cuando al vernos de nuevo

tras meses de disgusto

tanto nos amamos

que al partir

y recibir la paga

dijiste que te habías

enamorado de mi cuerpo

más que de mi alma o mis palabras

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Yo también te amo

y es tu cuerpo

el alma que adoro

y tus ojos

y tu boca

y aquel tu lugar

por donde me fugo

hacia tu vida

que es mi muerte.

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Con gusto

moriría por verte

una vez mas

y morir.

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Harold Alvarado Tenorio

[2004]

http://www.haroldalvaradotenorio.com
http://www.arquitrave.com
harold.alvarado@telmex.net.co

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sábado, 12 de septiembre de 2009

David Lago González - 11 de septiembre de 1978.

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PADRE

David Lago de la Fuente

(Freituxe, Bóveda, Lugo, 1898 - Camagüey, 1978)

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Mi padre morirá dentro de unas horas, alrededor de las once de la noche, hora camagüeyana, lo que aquí en Madrid sería ya en la madrugada del día doce.

Días antes mi madrina se hará un esguince en una pierna y viajará desde Wooden (Esmeralda) hasta la casa para ser atendida por un familiar médico. Ya sabemos, según la prensa de los países capitalistas y también de parte de los habitantes de estos países que nunca han vivido en la isla de Cuba ni conocido el comunismo más allá de la resonancia romántica de La República Española y la Guerra Civil, que la asistencia médica es óptima pero no sé por qué siempre es mejor una pequeña ayuda de mis amigos. Ignoraremos todavía la verdad radiográfica del dolor porque hasta el lunes siguiente no podremos hacer nada al respecto. Mientras, mi madrina se levantará penosa y dolorosamente del balance, poniendo eso tan cubano que llaman “el grito en el cielo”.

Esa noche barruntará tormenta, pero a pesar de ello yo me iré al cine. Caminaré San Ramón abajo y a través de otros callejones llegaré al cine América donde veré una película que nunca más recordaré. Al salir, dada la amenazadora imagen que presentará el cielo, decidiré esperar el autobús que, incomprensiblemente, tardará horas en llegar.

Mientras tanto, mi padre escuchará Radio Nacional de España en el comedor, pero estará inquieto, muy inquieto, y a cada rato vendrá a la saleta para preguntar una y otra vez “¿Dónde fue el muchacho?” (raramente me llamaba por mi nombre), cuándo volverá, por qué tuvo que salir en noche así... Mi madre se enfadará un tanto por la insistencia de las preguntas y por lo que parecerá entonces una absurda preocupación.

Luego pasará un rato en que mi padre esté por el comedor y mi madre y mi tía (madrina) estén sentadas en los balances de la saleta. Mi madre le llamará desde allí y él no responderá. Finalmente se levantará e irá al comedor, separado de la sala de la casa por un largo pasillo lleno de aromas de flores. Yo todavía estaré obstinadamente esperando el autobús frente al cine América porque sí, algunas veces uno se obsesionaba con vencer el destino político que nos hacía iguales a todos.

Mi madre le encontrará sentado en una silla y recostado contra el aparador donde estaba el radio. Los brazos haciendo un cojín donde reposar la frente. Ella le llamará varias veces y no tendrá respuesta. Entonces le tocará y se dará cuenta que ya está muerto. No podrá separarse de su lado entonces temiendo que el cuerpo caiga al suelo. Gritará a su hermana, sin explicarle lo que sucede, para que por la ventana se ponga a dar voces a los vecinos. Mi madrina por fin oirá lo que le dice y desde la ventana, siempre abierta todavía a esa hora de la noche, se pondrá a repetir los nombres de las vecinas más cercanas. No se les ocurre mencionar el de un hombre; por lo visto, la muerte de un marido es un asunto de mujeres.

Por fin la escuchará alguien y comenzará a acudir la gente. Llegarán algunos hombres y llevarán el cuerpo templado hasta el lecho, y por fin llegará Emilia Espinosa, nuestra casi santa de la cuadra, y las tres mujeres se dispondrán a asear el cuerpo, como para desprenderlo del sudor maloliente de la existencia y del trópico, y le vestirán con uno de sus mejores trajes, de aquellos que el comunismo había prohibido usar por considerarlos “un vestigio burgués del pasado.”

La casa se irá llenando de más y más personas, incluso desconocidas, y así me encontraré la sala y la saleta, después de mi retorno en “guagua” y pasar el primer aviso que me dará Ana María Peón al saludarla en su puerta con un acostumbrado “Annie”, y dejar atrás el segundo aviso, que me dará Belén llorando en su portal: “corre, Davi, que tu padre se ha muerto.” Ya desde la esquina anterior me extrañará la lámpara de la calle encendida y la excesiva luz que salía por la puerta y la ventana abiertas, y entonces cruzaré la calle corriendo para encontrarme con miradas que me miran con sorpresa y expectación.

Yo seguiré hasta la habitación de mis padres (la primera), aturdido por aquel silencio, mientras me interceptan Emilia y mi madre. Entraré a la habitación y me pararé contra la luna del escaparate. En el espejo enorme de la cómoda, al otro lado de la cama, veré los rostros de vecinos y curiosos. Alguien dirá que hay que llamar al forense. Creo que llamaré por teléfono —somos de los antiguos burgueses privilegiados y asquerosos gusanos que desde los años 50 teníamos teléfono en casa— y me negarán el servicio. No quedará más remedio que irse a urgencias del hospital más cercano, y mi madre insta, casi obliga a un vecino para que me acompañe. Recuerdo que tendremos que hacer una cola para el taxi en la Ferro-Ómnibus de la Avda. Finlay porque en las razones que por entonces se contemplaban para requerir un taxi a domicilio no se incluía aquel servicio. Aquel servicio que yo tampoco sabía explicar muy bien, pues siempre había que dar como una justificación oficial o sellada por algún organismo, y ningún organismo había aún admitido la muerte de mi padre.

Por fin llegaremos al “Amalia Simoni” y para colmo de males veré que tengo que vérmelas con un médico de apellido Arredondo, antiguo compañero de estudios de Los Maristas (cualquier otro compañero de la infancia, Kike Agramonte, Arteaga, puede identificarlo fácilmente en la memoria) que, por razones que ignoro, además de obviarme, manifiestamente me rechazaba durante el tiempo posterior en que coincidieron nuestros estudios. Estará en compañía de una doctora joven, la sala de urgencias vacía, y yo tendré que esperar pacientemente —y con un estupor que aún me paraliza— que se jugaran a los chinos quién debía sacrificar su apacible noche de guardia para llevarle a casa a emitir el certificado de defunción. Desgraciadamente le tocará a él. Durante todo el tiempo haremos como si nunca hubiéramos compartido años en una misma aula.

Más tarde se trasladará el cuerpo a la funeraria y se velará toda la noche, como exige la tradición y el sentimiento. Ya en la funeraria por fin comenzará a descargar la tormenta. No parará hasta que al día siguiente comenzará a ser depositado el ataúd en la bóveda de los Lago en el cementerio de La Esmeralda.

Alguien, no sé quién, dirá entonces que cuando un hombre bueno muere, llueve mucho.

© 2009 David Lago González

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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Turista española en La Habana. (Artículo aparecido en el diario El País de España.)

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NOTA DEL BLOGGER: Mi prima Yentl acaba de mandarme vía e-mail este texto, que dice publicado por el diario El País y que realmente no sé de dónde toma. Lo reproduzco aquí por su, desgraciadamente, absoluta veracidad.

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http://theplacewherenothingisreal.blogspot.com/2009/09/turista-espanola-en-la-habana-articulo.html

lunes, 7 de septiembre de 2009

VENECIA se hunde

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No por la crecida de las mareas. No porque sus cimientos se pudran. No por la erosión que provoca la aparente ingenuidad de las palomas. Tampoco por el peso leve pero constante y excesivo de la invasión de japoneses con sus inseparables máquinas fotográficas (o viceversa).

Se hunde --ahora sí, de verdad-- por la presencia de lo impresentable. De lo más impresentable del continente americano, y que --vuelvo a augurarlo-- puede que lleve a su hemisferio sur a una guerra entre países que no sé qué falsa postura siempre ha querido llamar "hermanos" y que en realidad sólo se toleran malamente, pero al menos en paz. Leo con estupor que Chávez asiste a La Mostra para la presentación del filme de Oliver Stone sobre su persona. El culto a la personalidad y la egolatría de nuestro cotidiano Fidel --nuestro monstruito de andar por casa-- han quedado reducidos a nada.

Y qué decir de Mr. Stone, el Sr. Piedra. Qué habría hecho en vida de Hitler, Stalin, Mussolini. ¿Por qué no le hizo películas a Breshnev o Andropov, o Honecker o Ceasescu? Evidentemente en él debe reposar muy hondo una obsesión por el pintoresquismo de maraca y tambó, o de flautita del altiplano. El tiempo dirá si llega al bandoneón...

Pero Venecia, amada Venecia, por Dios te pido que resistas el peso infame del orillismo, de la misma forma con que has sobrevivido a la peste, a la lúes, a la idiotez sabihonda del turismo de masa, para poder recorrerte toda entera de nuevo, una vez más, antes de que la muerte me lleve a regresar para siempre a tus palacios, Patria de los Fantasmas.

(Dedicado a Roger Salas.)

(C) 2009 David Lago González

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viernes, 4 de septiembre de 2009

ARTURO PÉREZ REVERTE - Amor gay

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Nunca antes me había fijado en la cantidad de parejas homosexuales que se ven paseando por Venecia. Los encuentras caminado por los puentes, a la orilla de los canales, cenando en los pequeños restaurantes del casco viejo. No suele tratarse de dúos espectaculares, sino todo lo contrario: gente discreta, tranquila, a menudo con aspecto educado. Mirando a los demás aprendes cantidad de cosas, y en el caso de estas parejas siempre me encanta sorprender sus gestos comedidos de confianza o afecto, el reparto convencional de roles que suele darse entre uno y otro, la ternura contenida que a menudo sientes flotar entre ellos, en su inmovilidad, en sus silencios.

Pensaba en todo eso el otro día, a bordo del vaporetto que cubre el trayecto de San Marcos al Lido. Sobre la laguna soplaba un viento helado, los pasajeros íbamos encogidos de frío, y en un banco de la embarcación había una pareja, hombre y hombre, cuarentones, tranquilos. Se sentaban muy juntos, apoyado discretamente un hombro en el del compañero, en un intento de darse calor. Iban quietos y callados, mirando el agua verdegris y el cielo color ceniza. Y en un momento determinado, cuando el barco hizo un movimiento y la luz y la gama de grises del paisaje se combinaron de pronto con extraordinaria belleza, los vi cambiar una sonrisa rápida, fugaz, parecida a un beso o una caricia.

Parecían felices. Dos tipos con suerte, pensé. Aunque sea dentro de lo que cabe. Porque viéndolos allí, en aquella tarde glacial, a bordo del vaporetto que los llevaba a través de la laguna de esa ciudad cosmopolita, tolerante y sabia, pensé cuántas horas amargas no estarían siendo vengadas en ese momento por aquella sonrisa. Largas adoslescencias dando vueltas por los parques o los cines para descubrir el sexo, mientras otros jóvenes se enamoraban, escribían poemas o bailaban abrazados en las fiestas del Instituto. Noches de echarse a la calle soñando con un príncipe azul de la misma edad, para volver de madrugada, hechos una mierda, llenos de asco y de soledad.

La imposibilidad de decirle a un hombre que tiene los ojos bonitos, o una hermosa voz, porque, en vez de dar las gracias o sonreír, lo más probable es que le parta a uno la cara. Y cuando apetece salir, conocer, hablar, enamorarse o lo que sea, en vez de un café o un bar, verse condenado de por vida a los locales de ambiente, las madrugadas entre cuerpos Danone empastillados, reinonas escandalosas y drag queens de vía estrecha. Salvo que alguno --muchos-- lo tenga mal asumido y se autoconfine a la alternativa cutre de la sauna, la sala X, la revista de contactos y la sordidez del urinario público.

A veces pienso en lo afortunado, o lo sólido, o lo entero, que debe de ser un homosexual que consigue llegar a los cuarenta sin odiar desaforadamente a esta sociedad hipócrita, obsesionada por averiguar, juzgar y condenar con quién se mete, o no se mete, en la cama. Envidio la ecuanimidad, la sangre fría, de quien puede mantenerse sereno y seguir viviendo como si tal cosa, sin rencor, a lo suyo, en vez de echarse a la calle a volarle los huevos a la gente que por activa o por pasiva ha destrozado su vida, y sigue destrozando la de los chicos de catorce o quince años que a diario, todavía hoy, siguen teniéndolo igual que él lo tuvo: las mismas angustias, los mismos chistes de maricones en la tele, el mismo desprecio alrededor, la misma soledad y la misma amargura.

Envidio la lucidez y la calma de quienes, a pesar de todo, se mantienen fieles a sí mismos, sin estridencias pero también sin complejos, seres humanos por encima de todo. Gente que en tiempos como éstos, cuando todo el mundo, partidos, comunidades, grupos sociales, reivindica sus correspondientes deudas históricas, podría argumentar, con más derecho que muchos, la deuda impagada de tantos años de adolescencia perdidos, tantos golpes y vejaciones sufridas sin haber cometido jamás delito alguno, tanta rechifla y tanta afrenta grosera infligida por gentuza que, no ya en lo intelectual, sino en lo puramente humano, se encuentra a un nivel abyecto, muy por debajo del suyo. Pensaba en todo eso mientras el barquito cruzaba la laguna y la pareja se mantenía inmóvil, el uno contra el otro, hombro con hombro. Y antes de volver a lo mío y olvidarlos, me pregunté cuantos fantasmas atormentados, cuántas infelices almas errantes no habrían dado cualquier cosa, incluso la vida, por estar en su lugar. Por estar allí, en Venecia, dándose calor en aquella fría tarde de sus vidas.

—Arturo Pérez-Reverte

Datos del autor:

Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez (Cartagena, 25 de noviembre de 1951) es un novelista y periodista español. Desde el año 2003 es miembro de la Real Academia Española, elegido (T) el 23 de enero de 2003, tomó posesión el 12 de junio de 2003. Licenciado en periodismo, durante los tres primeros años de esta carrera cursó a la vez estudios de Ciencias Políticas. Ejerció como reportero de guerra durante 21 años (1973-1994), primero en el Diario Pueblo (donde permaneció 12 años) y luego en Televisión Española. En 1977, durante su estancia en el diario, y junto a su compañero Vicente Talón, fundó la revista Defensa, que vio la luz en los quioscos en abril de 1978, y de la que fue redactor jefe hasta que sus compromisos como corresponsal le obligaron a dejar la editorial. Está casado con Blanca y tiene una hija, Carlota, que participó en el primer libro de la serie del Capitán Alatriste. Arturo Pérez-Reverte es, además, noble: el Rey Xavier I de Redonda le nombró en 1999 Duque de Corso y Real Maestro de Esgrima del Reino de Redonda.

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miércoles, 2 de septiembre de 2009

COMUNICADO DE PRENSA - ARS ATELIER, París - Reapertura Septiembre 8

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COMUNICADO DE PRENSA

LUNÁTICAS PRODUCTIONS Y ARS ATELIER.

Lunáticas Productions y Ars Atelier anuncian la reapertura del espacio Ars Atelier en el 84, rue Quincampoix, 75003, París (a pocos pasos del Centro Georges Pompidou).

Un espacio consagrado a las artes audiovisuales y a las artes plásticas. Muestras de filmes y video-artes, exposiciones de pinturas.

El 8 de septiembre próximo, a partir de las 18 h 30, y durante 15 días aproximadamente, el espacio Ars Atelier expondrá Pintores Cubanos: obras de los pintores cubanos cuyos videos-arte fueron realizados por el cineasta Ricardo Vega.

El espacio Ars Atelier pertenece a Ricardo Vega, a la escritora Zoé Valdés, y al crítico de arte y curador Gustavo Valdés.

El tema principal del espacio se centrará en el trabajo de artistas cubanos y latinoamericanos esencialmente, así como obras audiovisuales artísticas.

Ars Atelier existió antes en New Jersey, Estados Unidos, y en París.

Ars Atelier

84, rue Quincampoix

75003, Paris

arsatelierparis gmail.com

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