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Salvo el mal gusto y la cara de abstracción que puse cuando ayer tomé esta foto a este cartel, nunca pude imaginar que unas horas después, por la tarde, sería espectador privilegiado del esputa-culo.
No es la primavera lo que la sangre altera, sino el verano lo que pone a rebullir los efluvios bulbónicos de las tortilleras madrileñas, que ni siquiera tienen el mínimo recurso mental de buscar un nombre mejor para sí mismas y se autodenominan “Transmaribolleras en Lucha”.
Pero el asunto es que no sé contra qué estaban indignadas ni por qué luchaban. La gratuidad de La Indignación. O la apropiación del movimiento 15M para reclamar algo que no se les entendía. ¿Esto es eso que llaman “la visibilidad”? No vi por allí a la Mili(Tancia) de Berkana –que me han dicho que tiene no sé que ver con el CENESEX y La Princesa de las Espinas— o a la otra chiquitica del COGAM que le llaman Buti, Boti o algo así y vive por aquí también (mi barrio es una especie de Chueco, en vez de Chueca). Pero, en definitiva, como no sea a sus mamás y a sus abuelitas, ¿a quién le importa que esta gente sea transmaribolleras? A nadie, absolutamente.
El único grito claro que se les entendía a través de los megáfonos era: “Detrás de los balcones, también hay maricones.” Bueno, supongo que no todos, pero a quién le importa. Escuché otro grito que me pareció que decía “¡Matrimonio no, polinovio sí!” O sea, que ahora que llegaron a la luna, quieren alcanzar el sol (si es que lo de los polinovios es un “estado” superior).
He aquí la secuencia del paso de la procesión (ah, por supuesto, al pasar frente a San Cayetano se cagaron en Dios y en todos lo santos y las vírgenes, pero mira, ninguna tuvo ovarios para cagarse en Mahoma).
Diez minutos después, pasaba el camión que limpia las calles echando agua hacia todos lados.
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