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Seguramente algunos –ojito, que he dicho solo “algunos”—del ghetto cubano (también llamado diáspora o con otra retahíla de nombres) recordarán, en sus horas más oscuras consigo mismo, ya sea en la cama o en el water, haber cantado alguna vez, casi fuera de sí, estas estrofas mientras desfilaban entre la turba.
Primero de Mayo, Día del Trabajo,
dame tu mano, trabajador.
Todos unidos, codo con codo,
será más fuerte nuestra razón.
Ya a partir de ahí, todo se me confunde con los demás himnos revolucionarios y los convierto en una especie de conga que espontáneamente monto para mí mismo o para terceros: “Estudio, trabajo, fusil, lápiz-cartilla-alfabetizar-¡Venceremos!” para seguir con “La sangre que en Cuba se derramó, no la podemos olvidar, por eso unidos debemos estar, recordando aquellos que muertos están…”, para después de a cabaret moment que obedece a la palmada de Nikitina Joplin ordenando “¡Pista, muchachitas!”, coronar el happening con aquel primer himno soterrado que cantaban cogidos de la mano Ramón Veloz y Coralia… Coralia… bueno, Coralia QuéSéYo, y mirando al infinito arriba (porque el infinito siempre está arriba, y cuando se habla del infinito nunca se señala hacia abajo, ¿no se han dado cuenta?), temblar de emoción:
“…y un Fidel, que vibra en la montaña,
un rubí, cinco franjas y una estrella.”
Aquí otro manotazo de la Joplin camagüeyana y se desataba la chusmería cabaretera: “Cuba, qué linda es Cuba, quién la prefiere la quiere más, eah…”
En fin, querido ghetterío, la cosa sigue igual.
DLG
1 comentario:
Genial.Y que siga la rima...
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