domingo, 10 de julio de 2011

ROLANDO D. H. MORELLI - “Escribir borrando”, o viceversa

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Another tea party

Another tea party

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Escribir borrando, o viceversa.

(O del viejo artificio de dorar la píldora

e intentar hacérnosla tragar con té de camomila).

 

Por enésima vez en Cuba se habla de cambios. Debe tratarse de la más traída y llevada de las falsas promesas de un sistema que ha vivido a base de engaños y excusas en cualquier caso inexcusables, argumentos manidos y medias verdades cuando alcanza a no decir una mentira entera. También la administración Obama vuelve a las andadas características de las administraciones demócratas estadounidenses, propiciando un puente de una sola dirección, abierta “al entendimiento” entre “las dos orillas”. Entiéndase, el régimen cubano y el régimen cubano de este lado, o en su defecto quienes representan sus intereses o sienten nostalgia de haber quedado fuera del juego y aspiran a reciclarse. ¿Por qué será que quienes menos entienden de nada —particularmente de la naturaleza y artificios de un sistema que gracias a ellos perdura más de medio siglo ya— siempre insisten en “entendimientos” de toda clase, o peor aún, en que “entendamos” o nos entendamos por el simple procedimiento del buenismo complaciente y la práctica del credo cuáquero más ortodoxo. Es decir, declarar la paz a quienes estén determinados a imponernos la guerra, o en cualquier caso sus convicciones y sus juicios. Se trata de una mala película que vimos una vez y vuelve a exhibirse de tiempo en tiempo como si se tratara de una novedad, de modo que no sólo de la cinta se trata sino de un intento por confundirnos haciéndonos creer que se trata de una nueva versión, o eso que en Hollywood llaman un “re-make”.

Las jornadas de “intercambio” entre Cuba y los Estados Unidos, favorecidas por la administración Obama, han traído a las costas de La Florida y otras plazas, entre músicos, cantantes y gente de letras, a Reina María Rodríguez, todos ellos gente no sólo tolerada sino aupada y sostenedora del régimen castrista. No hay entre los cultivadores de la poesía, o entre los cantantes procedentes de la isla, ninguno con una historia creíble de disidencia, para no hablar de enfrentamiento a la tiranía. La tiranía no promueve a sus enemigos internos cuando lo son convencidamente, a menos que intente desacreditarlos por esta vía tortuosa de las concesiones, arrojar sobre ellos sospechas de una u otra índole. Nada cambia en Cuba, especialmente cuando se habla de cambios. Así pues, la visita de Reina María Rodríguez y la pre-eminencia concedida en ciertos círculos miamenses a su presentación en la Alliance Française de esa ciudad, forman parte de la pantomima que sirve, precisamente para ocultar la inmovilidad impuesta a la sociedad cubana por la tiranía que la oprime y empobrece hasta haberla dejado exhausta.

Las notas de prensa que dan cuenta elogiosamente de eventos como la presentación de la señora Rodríguez, amén de su inconciencia, revelan una ignorancia supina. Alguna crónica entusiasta señala entre otras cosas el crecido número de los concurrentes entre los que parece haberse hallado un verdadero, conocido o distinguido poeta, se nos dice, no sé si confundido —concluyo por mi parte— o atraído por el incentivo nada desestimable de ser “recuperado” como ya ha venido haciéndose con otros ilustres descarriados que no están más entre nosotros para protestar porque les sea impuesta esta condición de “hijos pródigos” de la llamada Revolución: Novás Calvo, Lezama, Piñera, Lydia Cabrera entre otros. Los amigos exiliados (o mejor, acogidos a sagrado) de la residente isleña se explayan en conceptos que hablan no sólo de la amistad que los une, sino de la famosa tertulia de la señora Reina María, a la que se compara —alabanza y auto-bambolla aparte— a la que en el siglo XIX sostuviera un Domingo Delmonte, “el cubano más útil de su tiempo” para citar o parafrasear a Martí. Podría creerse ingenuamente, que esta alusión procura hacer obvio el paralelo de la situación de esclavitud e indignidad en que son obligados a vivir los cubanos de hoy con la esclavitud y general opresión del momento en que vivieron Delmonte y sus contertulios, pero nada indica que sea este su propósito. Recuérdese que de Heredia al propio Delmonte terminaron todos en el exilio verdadero o en la cárcel, o en la desgracia y la miseria como sería el caso del desamparado Manzano, con lo que las tertulias y los innumerables proyectos encaminados al mejoramiento de la sociedad y la cultura cubanas de su momento se interrumpieron o vinieron a nada, tal y como pretendía que sucediera el gobierno colonial español. Naturalmente que no son las tertulias, especialmente las toleradas en época de aciago atropello contra los que disienten, las que amenazan a un régimen opresivo hasta el detalle (es decir, totalitario y absoluto como el actual de Cuba) sino más bien las que le sirven de coartada de cara a la galería exterior. “Vean. Aquí no reprimimos a nadie. Tertulia tenemos”. No dudo que en la azotea habanera de Reina María Rodríguez, en los años ochenta se reunieran poetas y escritores —incluso de calidad— acogidos a una permisividad que no está a mi alcance explicar ni comprender siquiera, a menos que nos atengamos a los textos que por entonces escribía la poetisa, y le eran publicados sin dificultad ni contratiempos —repito— en época de particular saña contra quienes eran tenidos por “potencialmente peligrosos” en todos los terrenos, según la llamada ‘Ley contra la Peligrosidad Social’ por entonces en pleno vigor. Me refiero, entre otros libros, al poemario Cuando una mujer no duerme por el que se le concediera a la autora el premio de poesía de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba el año 1980. ¡Año cuando menos simbólico que no podría disociarse fácilmente de los acontecimientos políticos ocurridos a partir de la toma de la Embajada del Perú en la capital cubana por una multitud desesperada, y los acontecimientos ulteriores relacionados con el puente marítimo del Mariel, hechos todos que cortan precisamente la historia del proceso político cubano en un antes y un después ineludible! Se trata de un poemario de amor al sesgo. De amor que se declara a un ente “otro” no correspondido. ¿Será por eso que algunos de los poemas están dedicados a exaltar, loar y amar figuras indiscutiblemente asociadas con la tiranía? En primer lugar Haydee Santamaría, los llamados “combatientes internacionalistas” y el propio Fidel Castro. Me parece notable que de todos los hechos catastróficos que tenían lugar a su lado, ese año 1980 la poetisa sólo parece percibir el suicidio de la Santamaría, temprana compañera de ejercicios revolucionarios de los Castro; hermana de otro dirigente de la oposición contra Batista, Abel Santamaría; fundadora y presidenta de la “Casa de las Américas”, y esposa del Ministro de Cultura Armando Hart Dávalos, cercano colaborador del sátrapa, cuyo suicidio se halla indudablemente ligado a los hechos de la Embajada del Perú y los conocidos como “actos de repudio” organizados y estimulados por el régimen. Se ha hablado de una carta de despedida de la suicida nunca hecha pública por el régimen, en la que se especula que la suicida expresaba su desencanto con los excesos del régimen. Muchos de quienes la conocieron aseguran que Haydée Santamaría era, entre otras cosas, una mujer verdaderamente ingenua. La elegía que le dedica Reina María en cuestión, “En un país” está fechada al pie, el 29 de julio de 1980. Recoge una consternación, que es tanto la del pequeño que pregunta a su madre “qué es la muerte” como la de la voz poética de ésta, que acude a las simplificaciones por respuestas, suponiendo en el niño la misma ingenuidad o capacidad de autoengaño que su progenitora. «¿Dónde está la muerte, mamá? / —pregunta mi hijo que tiene cuatro años—/ ¿Es un país? ¿Y tiene casas y ventanas?/ Yo le digo que sí (…)» (44). A renglón seguido la voz poética se pregunta a sí misma: «¿La gente muere?». Y se da esta respuesta evasiva: «—Nadie me ha respondido aún a esa pregunta». ¡Vaya despiste!, ¿no les parece? El resto constituye una evocación de la muerta prominente siempre recordando a su amado Abel, hermano torturado a manos de las fuerzas del dictador Batista luego del ataque al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, tras lo cual, la voz lírica se permite una alusión a su propio dolor por un hermano también muerto. Lo que no dice la poetisa, lo que oculta con esta argucia por comparación, es lo que se sabe por otras fuentes. El que ese hermano, «tuviera novia» —tal y como nos afirma Reina María—, o no, fuera «Secretario Organizador de la UJC/ en su Facultad de Ciencias Exactas (y) primer expediente» (45) y hasta “revolucionario” confeso y adepto, o se tratara de un simulacro, lo cierto —lo que nos oculta Reina María— es que ese hermano terminó suicidándose por supuestas acusaciones de homosexualidad. De manera que el paralelo evidente, más que establecerse con el hermano revolucionario y mártir de la evocada a quien se dedica la elegía, habría correspondido hacerse con la suicida misma. Y habría que preguntarse: ¿Por qué se suicidan los revolucionarios en la plenitud de la gloria revolucionaria, sin motivos aparentes para ello, y cuando la tradición y la ética del Partido ha condenado siempre el suicidio como contrarrevolucionario y cobarde? No indagaré más en las razones de los suicidas, sino en las de los vivos que les sobreviven para dar gato por liebre a sus expensas, incluso componiendo elegías que queden muy distantes de ser tenidas por herejías.

En otro poema que antecede al citado, la poetisa seguramente explica algunas cosas, como su apego al “Ahora” al hablar a un escurridizo “otro” de esta suerte: «Hablábamos de internacionalismo proletario/ de este tiempo nacido entre nosotros/ que amo atropelladamente/ que me dura poco y me cansa la imagen/ este tiempo donde sembramos catástrofes y sueños/ sobre un horizonte que sufre por alcanzar el alba (…)». No es Silvio Rodríguez con sus alferecías líricas, es peor aún, pero a lo dicho por esta señora habría que atenerse. Sabiamente, los poemas de este libro no estuvieron entre los leídos públicamente en Miami por la poetisa invitada. Quizás al viejo poeta de indudable prestigio que se hallaba presente en la ocasión, le hubiera bastado para recobrarse de su confusión. O no.

El penúltimo de los poemas de este poemario presuntamente de amor, lleva por título: “Hoy habla Fidel”. ¿Cómo titular de este modo un poema de amor? Vuelvo a recordar la lírica ‘comprometida’ (con el oportunismo político) de Silvio Rodríguez, con sus piruetas conceptuales y de todo tipo, donde es concebible “matar” al prójimo “por amor” al ideal más puro, sin ser acusado de haber escrito un bolero ramplón. La ideología es así de parcial en sus amores, furores y delirios. Y la comunista ha demostrado una y otra vez ser la más fundamentalista de todas las ideologías.

«Aunque no supiéramos/ qué iba a decirnos/ aunque sólo fuera verlo/ sentirlo detrás de la pantalla/ la casa se acomodaba en silencio/ y las palomas quedaban quietas» (52). Declara Reina María. Estábamos en el año 1980, la sociedad cubana había sido sacudida por un espasmo de libertad suicida. El discursante no hablaba de otra cosa que de “la escoria” que quería a toda costa abandonar el país. ¿Cómo saber en cualquier caso “lo que iba a decir” exactamente? Pero seguro que sabíamos de qué hablaría: “los que no tengan genes revolucionarios… Los que no tengan espíritu de sacrificio… No los queremos. No los necesitamos. ¡Qué se vayan!” (cito de memoria de uno de los discursos del líder Máximo, dados por ese tiempo). ¿Cómo olvidarlo? Entre “la escoria” a la que hacía alusión, (clasificada de tal por él) estaban muchos homosexuales o tenidos por tal. A muchos los expulsaron del país, o les empujaron a irse, en tanto a otros, caprichosa y arbitrariamente no les permitirían salir para que quedaran convertidos luego en apestados dentro de un país de parias, ‘marielitos’ potenciales y frustrados dentro de una cárcel llamada Cuba. ¿Habrá pensado en algún momento la poetisa en lo que habría sido de su hermano suicidado de haber estado con vida durante las jornadas del Mariel, o después, de no habérsele permitido salir de Cuba?

«Hoy habla Fidel y yo he crecido/ por sus pequeñas arrugas ha pasado este tiempo/ vuelvo por su voz/ que va llenando el barrio/ de una calma que todos conocemos». Entona la poetisa. ¿Calma? ¿Habré leído mal? No. “Lo escrito, escrito está” como afirma la sentencia latina. Dejo pues a los lectores el juicio apropiado a semejante tirada lírica.

«Alguno tropezó con sus ojos en la fábrica/ (que visitaba el tirano, es de suponer) y ya no lo olvidó/ abuela lo guarda en su cartera/ junto con sus lirios y los amores que se fueron. Comprendo por qué/ allá en la Sierra/ ponían su retrato como un santo». Aquí pasamos de Silvio al devoto de Ernesto Cardenal. Estimada poeta, le aclaro que no fue en la Sierra donde primero se colgó la foto del tirano tomándolo por un santo, sino cuando entró en La Habana disfrazado de Cristo, y su por entonces admirador y amigo Miguel Ángel Quevedo, dueño de la muy leída revista Bohemia (otro suicidado tardío por arrepentimiento) decidió convertirlo en Cristo de portada. El mito comenzó a cultivarse a partir de entonces como corresponde a toda una campaña publicitaria, y no terminó siquiera cuando el barbudo máximo se echó contra la iglesia y la religión y se declaró marxita-leninita. Las grandes campañas de propaganda tienen eso, que nos convencen de lo bueno de un producto a pesar de su mala calidad.

«Sólo hay una forma de quererlo: / hemos crecido dentro de él como un gran árbol/ por eso lo cuidamos/ con tanta vanidad y tanta fuerza/ hoy habla Fidel/ mis hijos quieren boinas y barbas/ no saben del hambre y de la guerra/ no pueden con la palabra Nicaragua/ pero se sientan frente al televisor/ y cuando pasan por los parques/ las calles las escuelas/ lo reconocen» (53). (¡Ovación clamorosa!). La imagen del árbol es confusa cuando menos, porque sugiere un tronco carcomido en el que se guarecen estos niños entre los que yo no podría reconocerme, habiendo sido advertido de no acercarme ni a la sombra del urticante guao. Lo de la vanidad de quienes quieren al tirano es justo. ¿De qué otro modo podría quererse al espejo sino en la vanidad del ego que refleja? Los niños de que habla la voz poética aún son pequeños, naturalmente, por eso quieren disfrazarse de barbudos, y prueban a hacerse una idea del mundo frente al televisor. ¿No preferirían los muñequitos como todos los niños? Cierto, la guerra todavía les resultaría desconocida… Así que tengan dieciséis años… ¡Cualquier guerra en aras del internacionalismo proletario sirve! En cuanto a no haber conocido el hambre… A menos que por sus vínculos con la casa de los Hart-Santamaría, u otros a que no alude en su poemario, a la señora poetisa le correspondiera una ración aparte y distinta de la que en teoría correspondía entonces a cada cubano: (“Eso no dan”. “No te toca”. “Lo siento, no ha llegado todavía”. “No alcanzó el reparto de la leche de hoy”. “El gas vino al almacén, pero se acabó enseguida”. “¿Pan? ¿Desde cuando?” Etc.), de qué modo se las arregló para que sus niños no conocieran el hambre como tantos otros. Porque ya basta de la hipocresía de afirmar que en Cuba, mal que bien todo el mundo come (o comía). Mentira. En Cuba mucha gente ha pasado un hambre cainita. Cuestión de grados más o menos. Ni siquiera el mercado negro, y muchos otros ardides bastaron nunca a saciar el hambre del cubano. Lo impensable hubiera sido que en un suelo feraz como son pocos, y en un constante jugarle cabeza al sistema con tal de comer algo, la muerte por hambre hubiera sido la regla. Pero al cabo sí ha llegado a serlo, aunque las estadísticas oficiales no den cuenta de ello, como siempre ha ocurrido con las cifras y todo lo demás, desde que los Castros se hicieron con el poder absoluto.

El peso de este librito de Reina María Rodríguez, un poemario de apenas treinta y tres títulos, es apabullante en la trayectoria de esta señora que recientemente visitara Miami, a quien acogiera en sus salones la Alliançe Française de esta ciudad, y a la cual por intercesión de un embajador socialista francés en La Habana se le concediera con antelación la orden de Caballero de las Artes del estado franco.

¿Sería posible simplemente ignorar la contribución de esta señora a sostener con sus versos, de cara al exterior, la fachada buenista y justiciera de la tiranía castro-comunista a pesar de su interminable lista de víctimas entre las que me encuentro —uno más—? Quienes le otorgan a la poetisa con residencia habanera no sólo espacios, sino aplausos y una atención inmerecida —amparándose en un cómodo y falaz exilio que les va grande al cuerpo— no pueden ignorar que a su vez contribuyen con su aquiescencia y complicidad a servir a la causa de la tiranía que oprime a su pueblo y representa la caducidad de todo discernimiento. No son intelectuales, puesto que han renunciado a pensar por sí mismos, aunque la argucia de que se valen sea precisamente declarar que de eso se trata. Ni siquiera de verdaderos creadores podría tratarse, sino de corifeos y bufones al servicio de una corte de capa caída. ¿Dónde están la dignidad y el patriotismo de toda esta gente? Y no me refiero sólo a algunos recién llegados, sino a muchos que llegaron antes y saben muy bien lo que hacen y de lo que se trata. La mala uva está en la naturaleza de toda esta gente. Dios quiera perdonarlos. Yo no puedo.

© Rolando D. H. Morelli, 2011.

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COLETILLA DEL BLOGGER:  Mucho antes de que Reina María Rodríguez abriera la azotea de su edificio a los delfines de la intelectualidad cubana, en los últimos años 60 y muy tempranos 70, de manera espontánea y sin mediar efecto llamada de Facebook o Twitter que por entonces ni soñaban existir (siguen sin existir en Cuba), a los jóvenes de la contracultura nos dio por acudir a la casita del escultor Fonticiella, artista pionero en la utilización del reciclaje de objetos como vehículo para crear (en alguna parte de este desastre de casa, tengo las fotos que Liliane Hasson hiciera en aquellos momentos, tanto de la persona-personaje como de su obra).  Allí coincidíamos todos los no afiliados: Carlos Victoria, los dos hermanos Espasande, Bárbara Sifille, Junior, Rogelio Quintana, Rafael Zequeira, Rapi Diego, Roger Salas, amigos todavía hoy en Cuba, yo, y muchos, muchos más que no puedo recordar en su totalidad.  Por supuesto, también acudirían los infiltrados oficiales de turno “husmeando” (o “hueliendo”) por una “conspiración”, término por el que sentían y sienten verdadera debilidad.

Pero hay una diferencia abismal entre las reuniones en la famosa azotea (por lo visto, al menos permitidas, por no pensar demasiado mal) con aquellas otras que se realizaban en no sé qué reparto (barrio) de La Habana al que se llegaba después de no se cuánto tiempo en las “guaguas” de la época.  LA GRAN DIFERENCIA ES QUE, OBSTINADO POR LA SEGURIDAD DEL ESTADO y por sabe Dios cuántas presiones, FONTICIELLA TERMINÓ PONIENDO FUEGO A TODA SU OBRA Y A SU CASA, Y SE QUITÓ LA VIDA.

Nunca le premiaron ni con un viaje a Montego Bay.

© 2011 David Lago González

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19 comentarios:

Zoé Valdés dijo...

No estoy segura que Haydée se hubiera suicidado, ¿y si la mataron? Yo también le escribí un poema a Haydée Santamaría. En aquella época Haydé se había convertido en un personaje molesto, extremadamente molesto, que desafiaba al mismo Castro delante de cualquiera, entonces hasta los más allegados a ella comenzaron a huirle y a decir que estaba loca. Creo que Haydée, tal como sus hijos extrañamente muertos en un accidente recientemente, descubrieron algo más importante y se aprestaban a decirlo públicamente. Y por eso los "suicidaron". Te doy link.
El embajador de Francia en Cuba regala nacionalidades y condecoraciones como le da la gana. Es un castrista a matar.

Anónimo dijo...

Querida Zoé:

La objeción es válida, pero en mi trabajo me refiero a la "proyección" y "percepción" del suceso, —simbólicamente ocurrido por los días del Mariel, el 26 de julio, concretamente, aunque oficialmente se dijera que el 29, fecha del poema elegíaco. El poema de Reina María Rodríguez comienza precisamente aludiendo a un presunto suicidio: "Esta mañana/ supe que te habías privado de la vida/ así dirá la noticia dolorosamente". De ahí la conexión que establezco entre el hermano suicida y la suicida Haydée. Parece cuando menos notable el intento de escamotear la fecha verdadera de la muerte para que no coincidiera con el "glorioso" 26 de julio, fecha fidelista. Cabrera Infante dedicó algún espacio a tratar el asunto en un artículo aparecido primeramente en la revista "Vuelta" que hacía Octavio Paz, y luego recogió en su libro «Mea Cuba».
A esta señora, a quien no conocí ni traté nunca ni de paso, pero de quien oí comentarios muy diversos de personas que sí la conocieron y trataron en algún momento, no tengo ni tuve nunca una opinión. En todo caso me parecía digna de pena, no sólo por la tragedia personal relacionada con su hermano Abel y su novio, asesinados, bien que también envueltos en una empresa sangrienta, y sobre todo por estar casada con Armando Hart Dávalos. ¿Pudo haberle tocado mayor desgracia a la pobre mujer? Gracias por el enlace y tus apuntaciones.
Rolando

Anónimo dijo...

Querida Zoé:

La objeción es válida, pero en mi trabajo me refiero a la "proyección" y "percepción" del suceso, —simbólicamente ocurrido por los días del Mariel, el 26 de julio, concretamente, aunque oficialmente se dijera que el 29, fecha del poema elegíaco. El poema de Reina María Rodríguez comienza precisamente aludiendo a un presunto suicidio: "Esta mañana/ supe que te habías privado de la vida/ así dirá la noticia dolorosamente". De ahí la conexión que establezco entre el hermano suicida y la suicida Haydée. Parece cuando menos notable el intento de escamotear la fecha verdadera de la muerte para que no coincidiera con el "glorioso" 26 de julio, fecha fidelista. Cabrera Infante dedicó algún espacio a tratar el asunto en un artículo aparecido primeramente en la revista "Vuelta" que hacía Octavio Paz, y luego recogió en su libro «Mea Cuba».
A esta señora, a quien no conocí ni traté nunca ni de paso, pero de quien oí comentarios muy diversos de personas que sí la conocieron y trataron en algún momento, no tengo ni tuve nunca una opinión. En todo caso me parecía digna de pena, no sólo por la tragedia personal relacionada con su hermano Abel y su novio, asesinados, bien que también envueltos en una empresa sangrienta, y sobre todo por estar casada con Armando Hart Dávalos. ¿Pudo haberle tocado mayor desgracia a la pobre mujer? Gracias por el enlace y tus apuntaciones.
Rolando

Unknown dijo...

no se si se suicido o la mataron, en cualquier caso trabajaba a una cuadra de su casa y todos escuchamos un disparo tremendo. luego la hija "permuto" la casa con playa privada en el rpto siboney por un apartamento y dinero, como ella misma relato en una ocasion en kaos. hacia mucho tiempo que hart no vivia en esa casa, pues se habia instalado en una mansion en la coronela muy cerca de la escuela de los hijitos del 1er nivel, donde coloco una cerca perimetral de losas spyrol estrucutrales con acero pretensado.

familia "tragica" esta la de los santamaria. para evitar problemas los dos hijos se "suicidan" tambien lanzando su carro contra un arbol.

David Lago González dijo...

Supongo que a "alto nivel" sabrán si Haydée Santamaría se suicidó o la "suicidaron". Por simple morbosidad shakespeareana, yo profiero la versión de que fue ella quién administró su muerte un 26 de julio pues me parece una venganza digna del Nobel.
La Tragedia está servida y pudriéndose sobre una bandeja de plata, junto con los ojos de Abel.

Unknown dijo...

david pero no pudo haber sido un 26 de julio porque 25-26 y 27 son feriados en cuba, tuvo que ser el 24 porque estabamos trabajando en la empresa situada en 184 e/ 1ra y 5ta ave en sibones. haydee vivia en 1ra esquina 184 en una casa de dos plantas con un aviario inmenso y playa privada protegida toda la casa por un muro de bloques que se adentraba en el mar. casi todos escuchamos el disparo y se armo el corre-corre de carros entrando y saliendo por 184. la zona fue inmediatamenta acordonada y cuando regresamos a trabajar el 28 todo habia vuelto a la normalidad.

Ibis García Alonso dijo...

En Cuba pasé hambre en Cienfuegos, en mi casa natal; pasé hambre en La Habana, cuando fui a estudiar a la universidad; pasé hambre, ¡y hasta sed!, en la Isla de Pinos, adonde me mandaron a pagar y re pagar eso que hace apenas unos años me di cuenta que no fue más que un acercamiento a la introducción de un estudio universitario. Pasé hambre hasta el último día en que salí de aquella cosa, de manera que, aunque no sepa nada de nada de métrica, me defeco en la azotea y en la métrica/lírica/elegíaca de esta poetisa.

Qué sé yo, lo único que se me ocurre es que tal vez existan muchas probabilidades de que esta mujer esté sufriendo de delirium tremens. ¿A nadie se le ocurrió darle una copita en su paso por Miami? Digo, como para catar su “catadura” actual.

Anónimo dijo...

Caridad vive todavía?

Anónimo dijo...

Y se puede opinar en sánscrito?

David Lago González dijo...

Caridad sigue viva y pintando mejor que nunca. Ha tenido una vida muy dura, pero parece que esa dureza misma le ha dado fuerzas para vivir.

David Lago González dijo...

Todas las lenguas muertas, así solamente te entenderás tú mismo.

Zoé Valdés dijo...

Gracias, Rolando. Yo nunca traté a Haydée Santamaría, pero en varias ocasiones la vi de lejos en los teatros. Había cogido la manía de perseguir a su ex, Armando Hart, a donde él iba acompañado de sus amantes, o amigas, como era el caso de Norma (no sé qué) que fue luego su mujer, o detrás de Alina Sánchez, la misma que ahora publica en Diario de Cuba, y que es una excelente soprano de zarzuela y ópera bufa, con buena voz.
Sí, ahora entendí mejor, querido Rolando, totalmente de acuerdo contigo.
Sí, es más literario que se hubiera suicidado, pero me temo que no, al menos eso piensa mucha gente. algo hubo también con la fecha, que lo avisaron bastante tarde para que no cayera en la fecha indicada. En cualquier caso, y lo más terrible, es que estuvo muy sola en los últimos tiempos, y lo que sí era evidente es que no creía en nada ya.
Gracias, David, y Rolando.

Anónimo dijo...

Me refería a Caridad la costurera. la madre de Reina M.

David Lago González dijo...

Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh, creo que la mandaron a combatir a Chechenia. O a zurcir las fondilleras de los escondidos de Al Qaeda por allá entre Afganistán y Pakistán. ¡A mí qué coño me importa!

Anónimo dijo...

Has violado tus propias normas con esa respuesta, no entiendo por qué tanto odio a esta chica la Reina M, es que le ha hecho daño a alguien?, a mi me parecía muy simpática y su madre muy trabajadora.

ombre dijo...

Esto me recuerda por enésima vez algo dicho o escrito por Arenas: en efecto, que para ser un país chiquito, Cuba producía una cantidad muy elevada de gente miserable. Cierto, el totalitarismo envilece, y mientras más dura, mayor es el envilecimiento.

Y con respecto a lo de los ojos de Abel Santamaría, eso aparentemente fue un invento de propaganda castrista. En un libro reciente (en inglés) con extensa documentación sobre el ataque al Moncada, escrito por Antonio de la Cova, se desmiente que tal cosa sucediera. Por supuesto que Abel y otros asaltantes fueron ejecutados tras ser capturados por las fuerzas de Batista, pero no hubo tortura previa. El castrismo, como todos sabemos muy bien, miente o distorsiona por naturaleza (el ejemplo clásico es el mito del Che).

Anónimo dijo...

Agradezco a "ombre" su puntualización sobre lo ocurrido a los atacantes al cuartel Moncada: Boris Luis Santacoloma y Abel Santamaría y por el dato sobre el libro del profesor Antonio de la Cova de Indiana University. Como puede verse hay tantos hoyos en una coladera que aún cuando se escribe a conciencia un artículo tal y como yo lo hice, es posible que se cuelen por la criba "mitos" y mentiras que uno en su buena fe o en su ignorancia acerca de un aspecto determinado no cuestiona. Agradezco siempre el aprendizaje de cualquier índole. Buscaré y leeré el trabajo del doctor de la Coba con mucho interés.
En cuanto a esa voz absolutamente anónima que declara, fingiendo inocencia: "no entiendo por qué tanto odio a esta chica la Reina M, es que le ha hecho daño a alguien?, a mi me parecía muy simpática y su madre muy trabajadora", le respondo que no siento odio por ella. ¿Cómo sentir odio por una persona a quien no se conoce? Es la conducta sistemática y cómplice de la señora los que me parecen odiosos, incompatibles con la poesía, y a los que me refiero para denunciarlos.
Rolando Morelli (autor del artículo que se reproduce)

Anónimo dijo...

Este blog es de Morelli!!!!

Zoé Valdés dijo...

Rolando, ni te molestes con eso. A mí también me acusan de tener odio los mismos que hace años me perseguían para que les situara un libro en una editorial, y hasta me escribían óperas de homenaje, también acusaban a Reinaldo Arenas de tener odio. Es lo típico castrista, acusar de odio, lapidar y si pudieran, con su antisemitismo a pulso, nos meterían en el horno.