domingo, 28 de febrero de 2010

LEYENDO EN WOOSTER (28 de febrero de 2010)

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Chavena II

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Leyendo en Wooster otro domingo por la mañana es una de esas cosas sencillas, normales y maravillosas de las que no pueden disfrutar las personas que siguen viviendo en el país donde yo nací. Verdaderamente desearía que todo el mundo fuera capaz de compartir esa dicha.

Compro El País, que hoy trae de regalo el DVD de Il Gattopardo, esa extraordinaria película de Visconti, adaptación de la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Realmente no se cuál es mejor: son las dos iguales en calidad pero complementarias y cada una vale por sí misma; lo que no vale la pena es compararlas. La actuación de Burt Lancaster es soberbia y muy bueno también el Tancredi de Alain Delon y la actuación de la bella Cardinale. Esa novela marca sentencias que prevalecen para toda el paso de la historia, anterior y posterior a ella.

El artículo del periodista Moisés Naím  es preciso y claro, diáfano como esos días madrileños del verano en que no se ve una sola nube en el cielo. Para los cubanos que no hablamos la germanía común del patrioterismo es verdaderamente un alivio encontrarse con personas, ajenas a tal condición geográfica, que utilizan un lenguaje afín. Su comentario sobre el comentario aportado por el saliente Lula da Silva es ácido y exacto como un reloj a la una implacable de la tarde, y de ahí me da para sacar dos posteriores “quotes to remember” que más tarde colgaré.

También me leo lo escrito por Mauricio Vicent y, a tanta insistencia, no dejo de reparar en la constante, cada vez más constante, del ingrediente “racista” oficial en el dejar que la vida de este muerto en vida se fuera definitivamente hacia el otro lado. Por contribuciones de amigos que han tenido que volver algunas veces y por manifestación de “personas del color” que he conocido posteriormente, aquí, he sabido del grado de racismo que ha alcanzado la realidad insular, cosa que en verdad no era todavía imaginable cuando “disfrutaba” de mis últimos días comunistamente paradisíacos.

Luego camino un poco. La “bomba meteorológica” de ayer ha dejado el día límpido, con sol bueno y mar de espuma, “divino” que diría nuestro apóstol Pepe Martí, y es otro placer dar zancadas por El Rastro, sin la sangre por la ganadería que antaño rodaba por ese nombre pero con cuidado de los pickpockets dominicales que acuden como moscas al horario pico entre las doce y las dos del mediodía. Quiero comprarme un atril para typear cosas al ordenador pero el dinero ya desde antes no me alcanza, y aun así termino comprándome un colgante de pared para todos los juegos de llave que tengo (no sé cuál es su nombre exacto en castellano). Veo cosas, miro cosas, nada me compro, todo me tienta, pero sé que a mitad de mes ya careceré del dinero para poder comer. Entro en casa con el propósito de hacer esto que ahora estoy haciendo, pero me pongo a hablar por teléfono: me revuelve y me abruma tanto todo lo que sucede. Mañana habrá una misa por el alma del difunto, en esa foto que se muestra por todas partes tiene cara de diablillo y las autoridades de la Isla dicen que en realidad era un vulgar delincuente común. Lo que sí sé es que no hay nada más vulgar que la Revolución Comunista y todos los comunismos y fascismos del mundo. A nadie que haya vivido al menos la mitad de su vida en La Isla Paraíso puede serle ajena la posibilidad, la peligrosa posibilidad de ser culpado de cualquier cosa. Y qué pasa si fue formalmente sentenciado por alguna causa común: en Madrid un drogadicto (Antonio Puerta) da un puñetazo a un profesor universitario (Jorge Neira) y de inmediato se le establece un juicio mediático paralelo acusándole de delincuente, razón que sirve de atenuante en crímenes y asesinatos, y en definitiva son los mismos que se “colocan” en habitaciones de hospitales en las que yo he ocupado la cama tercera.

Luego ya no es posible escribir, mezcla de soledad, de impotencia, de grano en el culo, de incapacidad para calentarme cualquier cosa para comer (“almorzar” en cubano) —“cualquiera cosa”, como decía mi tía Ermitas— y me vuelvo a Wooster en busca de medio menú; pero los platos se han ido terminando, de manera que tengo que comerme un menú completo, y luego de la paella, los calamares a la romana y la media garrafiña de vino tinto (“tinho de sangue”), y el helado de menta que un camarerito amigo me sirve abundantemente, decido pasarme a la barra a tomarme un express (italiano —hay que precisar para que te lo hagan bien, a lo George Clooney, what else?) y una copa de Bailey’s, licor medio de maricones medio de señoras medio pijo. Y después de conversar con los chicos y chicas de la empleomanía, me regreso al palomar y me pongo a escribir, me bebo un culín de amaro siciliano y continúo con grapa, y, ¡oh! todo suena tan italiano... que yo mismo no comprendo cómo puedo compaginar mi cosmopolitismo con mi negra oscuridad localista que dio inicio y continuidad a mis vidas paralelas, inseparables e insuperables.

© 2010 David Lago González

COMENTARIOS dejados en otros blogs

Dejado en el blog de Zoé Valdes, en el post "Cómo cambiar de palo pa' rumba"  (http://zoevaldes.net/2010/02/26/como-cambiar-de-palo-pa-rumba/#comments) en respuesta a una anónima que firma como "una".  UPDATE.

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"Una, como bien sabes si has sido una verdadera emigrante/inmigrante con todo lo que tiene eso por consecuencia (eso), hay que tenerlos bien puestos para llevarlo a cabo. Por lo tanto, no considero que exista ninguna cobardía en el intento de comenzar una nueva vida o de continuar con la que se lleva. Quedarse o irse de Cuba, como quedarse o irse de Afganistán, Pakistán, Guatemala o Africa, es, en último término una decisión muy personal y, por tanto, absolutamente respetables tanto una como la otra. No sé por qué tenemos que sentir "culpa" los que decidimos marcharnos (marcharnos de verdad; en todo caso esa culpa y, sobre todo, esa vergüenza deben o deberían sentirla los muchos muchísimos cada vez muchos más que salen para pretender seguir viviendo dentro, papel escogido por la mayor parte de la última oleada de becarios intelectuales que nos inundan, tanto en EEUU como en Europa, sobre todo a partir de los años 90; con algunas variantes esto mismo se podría aplicar a muchísimos que allí decidieron permanecer, dentro pero como si estuvieran fuera; porque (y) asumir y defender la vida de un lado o del otro no es un asunto compatible ya que (porque) la realidad gira en 360 grados). No hay que ser radical, ultra-derecha, neo-nazi o derribar un avión (o también una avioneta, al fin y al cabo dentro iban seres humanos), pero sí considero que se agradecería que la mayor parte de la gente fuera más vertical en sus planteamientos como en su quehacer diario porque, precisamente el no serlo, sólo ayuda al stablishment (me gusta mucho esa palabra, que me evita pronunciar otras malsonantes como revolución, tiranía, dictadura) cubano así como a los consideraciones light de los stablishments exteriores que, evitando el rumor de los tambores, no hacen más que tocar el gran tambor de la comparsa que le es favorable al estado cubano.

Creo que no hay que ser un sabio para distinguir eso."

David Lago González

sábado, 27 de febrero de 2010

Sueño recurrente: el agua, o la falta de ella.

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Anoche otra vez me visitó ese sueño recurrente en que vuelvo a la Playa de Santa Lucía, en Camagüey, buscando llegar al mar, y el sueño va tornándose en pesadilla porque, por más que creo acercarme a la orilla, nunca llego a ver el agua.

El de anoche se iniciaba con un acompañante al que nunca logré verle la cara porque siempre estaba de espaldas a mí, hasta que le vi alejarse y fundirse en la distancia.  Eso hizo que me uniera a un grupo de jóvenes desconocidos, muy divertidos, pero terminaba aburriéndome de ellos y continuando el camino por mí mismo.  Bajaba por una ladera en un autobús de pueblo, un poco destartalado, siempre a más velocidad de la debida.  Luego ya no estaba en el autobús sino que corría a través de una vegetación de costa, esquivando piedras, dunas y esas plantas que son como borbotones de sargazos, hasta que ya olía y sentía el mar... y entonces se hacía la luz, y la luz del brusco despertar borraba la posibilidad del agua.

David Lago

MISA FUNERAL EN MADRID POR ORLANDO ZAPATA TAMAYO

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El lunes 1 de Marzo, a las 19:30 se oficiará una misa funeral por el alma de Orlando Zapata  Tamayo, en la Iglesia de Santa Bárbara,  Plaza de las Salesas, Madrid, metro Alonso Martínez (Colón)

viernes, 26 de febrero de 2010

DAVID LAGO GONZÁLEZ - Kilo 7, Camagüey

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(Prisión Kilo 7, Camagüey_Google Earth)

Al menos hasta marzo de 1982, aquel alto muro de elementos prefabricados coronados por una celosía de alambre de púas que se inclinaba al interior, era conocido como KILO 7. Cuando por alguna razón, iba o venía del aeropuerto y esperaba el autobús del otro lado de la carretera que conduce a Nuevitas y donde terminaba o empezaba la aplastante y sobrecogedora manifestación limítrofe de aquella granja de máxima seguridad (que al mismo tiempo ejercía de combinado de cárceles, granja abierta, empresa de pre-fabricados y celdas de castigo), siempre me preguntaba y especulaba con lo que estaría pasando del lado de allá. Y a pesar de que estaba del lado de acá, en plena carretera, con vehículos que iban y volvían desde y hacia Camagüey, y con libertad de movimientos al fin y al cabo, no dejaba de sentir miedo y de sudar, de más cerca, la más que posible posibilidad —valga la redundancia— de encontrarme alguna vez detrás de aquellos muros. “Yo no sé por qué son tan altas las altas ventanas que miran al cielo...” cantaba Silvio refiriéndose sabrá Dios a qué producto de su imaginación caprichosa, que, por supuesto, nada tenía que ver con aquellos rectángulos de hormigón armado, pero no puedo dejar de asociar esa imagen evocada en esa preciosa canción con aquel espanto frío que tenía a mis espaldas. Bueno, también mi imaginación tiene sus pequeños caprichos...

Un domingo, hube de acompañar a Gloria Lastre, madre de un amigo entonces detenido allí, a la visita reglamentaria que las bondadosas autoridades carcelarias le brindaban. Creo que no fue un taxi (por entonces, fiats o fords falcon comprados a Argentina), sino una vieja máquina de alquiler con la que pactamos la ida, espera y regreso de tan escalofriante e inmenso silencio. En el viaje de ida fuimos cogidos de la mano en el asiento posterior y creo recordar que no cruzamos una sola palabra. Bordeamos aquel muro interminable que se extendía a lo largo de la carretera de Nuevitas, hasta que en un punto giramos a la izquierda y tomamos un terraplén igualmente interminable que se extendía hasta lo que era una puerta inmensa, como sacada de la mente de Kafka para ilustrar su Proceso. Creo que había algunas barracas (o tal vez sólo alguna) donde se resguardaban los visitantes, pero no estoy muy seguro de ello.

Cuando bajamos del coche, Gloria temblaba como una hoja, con cara lívida, y con ojos acuosos me miró como pidiéndome el milagro de hacerme invisible y acompañarla al encuentro de su hijo. Naturalmente aquel milagro no se produjo, y me deshice de su mano ante el custodio, o guardia, o miliciano, o militar, o policía, mientras ella se adentraba tras lo desconocido. Me reuní con el conductor y tampoco nos hablamos mientras esperamos a que la madre de mi amigo volviera a salir por aquellas puertas tan implacables como Las Puertas del Cielo.

Gloria era una mujer valiente. En realidad no he conocido a ninguna madre cobarde, y las madres de mis amigos y la mía propia lo fueron calladamente y siempre estuvieron a nuestro lado en los mejores y los peores momentos. Ella era una mujer bella, parecida a Anna Magnani, que se reía con toda la boca rebosante de risa, como quien se echa demasiada comida de una sola vez. “¡Vámonos de aquí volando!”, y sólo cuando atravesamos la puerta destartalada de la casa de San Clemente, me abrazó con todas sus fuerzas y lloró con la misma profusión con que antes reía.

© David Lago González, 2010.

(Madrid, 26 de febrero de 2010)

jueves, 25 de febrero de 2010

DAVID LAGO GONZÁLEZ - La Cofradía de los Pilatos

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Hace un rato, después de recibir el artículo de mi amigo Rolando y cuando me disponía a escribir algunas reflexiones bajo el título escogido, al entrar al ordenador me encuentro con el titular de la agencia Reuters sobre "el paso al frente" que ha debido (o tenido, dudo que realmente a gusto) asumir nuestro presidente José Luis Rodríguez Zapatero, muy posiblemente a causa de la coincidencia de la presidencia semestral correspondiente en la Unión Económica Europea, y que cada vez parece conducirle por caminos y obligaciones que le contradicen continuamente o terminan traicionando su ideario ideológico hasta un punto que todavía no alcanzo a sospechar.

Las coincidencias son, por lo general, caprichosas.  A Lula lo pillan en Cuba despidiéndose del dúo cabaretero de las Hermanas Castro, y a Zapatero lo pillan presidiendo la UE y en medio de un delicadísimo malabarismo por recetar para Europa las medidas económicas que luego contradice en Madrid.

He aquí la noticia de Reuters:

Zapatero exige a Cuba que libere a todos los presos políticos

hace 7 horas 33 mins

Reuters

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se sumó el jueves a la lluvia de críticas internacionales a Cuba por la muerte de un preso político que estaba en huelga de hambre, y exigió a la isla caribeña que libere a todos los prisioneros de conciencia.Seguir leyendo el arículo

FOTO Y VÍDEO RELACIONADO

Zapatero exige a Cuba que libere a todos los presos políticosAmpliar fotografía

Más fotografías sobre: Cuba y Fidel Castro

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Foro: J. L. R. Zapatero

Zapatero evitó ayer referirse a la muerte de Orlando Zapata, un fontanero de 42 años, en su discurso sobre la pena de muerte en la sala de derechos humanos de la ONU en Ginebra, limitándose a decir que la abolición de la pena capital sería un éxito de los estados que defienden la vida de sus ciudadanos hasta el último minuto.

El preso político cubano falleció el martes tras no ingerir alimentos durante 85 días, en una protesta en la que reclamaba mejores condiciones carcelarias.

"Podemos suponer el sufrimiento de los presos políticos cubanos; desde aquí, debemos exigir al régimen cubano que devuelva la libertad a los presos de conciencia y que respete los derechos humanos", dijo el presidente del Gobierno el jueves en el Congreso.

"Esa es una exigencia fundamental de toda la comunidad internacional", añadió Zapatero, cuyo país preside este semestre la UE, en la reunión de presidentes de las comisiones de Asuntos Exteriores de todos los Parlamentos comunitarios.

La muerte de Zapata, la primera por huelga de hambre de un preso político en Cuba desde 1972, ha llevado a un inusual lamento del presidente cubano, Raúl Castro, cuyo Gobierno considera a disidentes como Zapata "mercenarios" al servicio de Estados Unidos en su intento de destruir el sistema socialista de la isla.

-o-

Pero mis reflexiones iban por el camino de lo expuesto por Rolando Morelli en las suyas, colgadas previamente en Cubanet bajo el título de "La hipocresía siempre se lava las manos."

Los mandatarios de los distintos países democráticos siempre defIenden públicamente LA LIBERTAD, y pobres de aquellos que no estén prestos a elevar y sostener el estandarte, no importa lo incómodo ni el peso de la imagen de ese don, derecho, deber, que les diferencia precisamente de los regímenes no democráticos (o sea, de las dictaduras).  Sin embargo, para dar cabida a los distintos intereses y a los innumerables engranajes que se ocultan en La Gran Política, cada vez son más aceptadas salidas como "el derecho de cada pueblo a interpretar la libertad y la democracia según conceptos particulares", estableciendo y aceptando participar en un complicado juego de contradicciones pues los países en que se lleva a cabo esta variante fuera de las reglas hacen un cuestionable uso y abuso de los patrones de civilización que una vez surgieron en Grecia hace siglos. 

Para empezar, aparece en primer lugar de las mentiras y la disociación el argumento de que es el pueblo de esos países lo verdaderamente libre como para "interpretar" su propio concepto de la libertad, cuando la realidad es que es solamente el estado, el gobierno de ese territorio, el que impone su particular versión aprovechándose descaradamente de la pátina social de la urbanidad (falsa, como suele ser) imperante en los gobiernos --al fin y al cabo-- democráticos, y poniendo en un aprieto formal (o sea, utilizando los mismos parámetros) cuando los gobiernos formalmente democráticos puedan señalar la ausencia o negación de algún ingrediente en la elaborada coctelería de los infractores que usan alcohol de garrafa en vez de marcas registradas, pero ya cuando unos y otros se han sentado alrededor de la misma barra.

En realidad los presidentes y mandatarios de los países libres son personalmente los seres menos libres del Universo porque detrás de ellos hay tal cantidad de intereses creados por los grupos de poder, presiones pecunarias de tantos mercaderes, merchandising y proyección mediática, a los que deben y tienen que atender que no hay nadie más maniatado ni más patético que un jefe de estado que se mantenga en un nivel aceptablemente democrático.  En cambio, los dictadores...  La libertad que poseen estos maestros del chantaje internacional es de tal calibre que les proporciona una fuerza más allá de toda medida, porque a ellos no les importa que el mundo todo se hunda y mucho menos que hoy se les condene con obsoleta gallardía ("sea usted varón, y hable de frente"... tonto mío...) cuando saben que no hay nada con menos memoria que el día que pasa tras otro con una inmensa celeridad por olvidar a aquellos, gente sencilla, que ponen en evidencia las faltas de todos.

David Lago González

(Madrid, 25 de febrero de 2010)

ROLANDO H. MORELLI - La hipocresía siempre se lava las manos

http://www.cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/25_O_1.html

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sorry we are lazy

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La hipocresía siempre se lava las manos:

De Zapatero a Moratinos pasando por Rubalcaba,

y sigamos contando, que no es cuento…

(Oda mínima por Zapata Tamayo)

Rolando D. H. Morelli, Ph. D.

 

FRASE: Mucho me temo, que el próximo a sacrificar en esta recta final de la tiranía ya ha sido escogido. Su nombre, que aquí adelanto con el propósito declarado de salvar su vida y la de otros de sus compañeros, es el periodista Normando Hernández González

FILADELFIA, Pensilvania, febrero, www.cubanet.org -La noticia no ha podido ser más triste y desoladora. Ha muerto, en una prisión castrista, Orlando Zapata Tamayo. Ha caído rodeado de un elocuente silencio, otro de los luchadores que con absoluta entrega exigen, y han exigido de la tiranía del «Partido» único, encabezado —desde hace más de cincuenta años— por los hermanos Castro Ruz, los derechos civiles más elementales que arrebataron a los cubanos con demagogia en 1959 y les han conculcado con una sistemática y feroz represión desde entonces. Ha muerto Zapata Tamayo como consecuencia de una huelga de hambre, último y desesperado recurso a su disposición como protesta contra todo lo inhumano de las condiciones en que viven los cubanos encarcelados en las ergástulas del régimen, y asimismo los cubanos todos atrapados en la Isla-Gulag. ¡Lo han asesinado! Han hecho para el caso, como el hipócrita de Pilatos haciéndose traer agua para lavarse las manos por adelantado del crimen que autorizaba, y sólo con el consentimiento de su autoridad podía tener lugar. Acabo de enterarme de que el actual mandatario al frente de la duarquía castrista, el hermanito Raúl, ha expresado que lamentaba la muerte del torturado preso político de su régimen de servidumbre y varapalo.

Gracias al arrojo de los periodistas y comunicadores que desde Cuba arriesgan ir ellos mismos a las cárceles por el crimen de informar lo que sucede a su alrededor, ha sabido el mundo lo ocurrido. Gracias a la existencia y posibilidades de la red cibernética a través del mundo, no ha quedado oculto este nuevo atropello a la vida de los cubanos en uno de sus hijos en particular. No en balde intenta la tiranía —con éxito bastante hasta el momento— que los cubanos no dispongan a su alcance de tales medios. Y no es casualidad que todos sus portaestandartes entre nosotros, especialmente desde los medios de prensa, quieran desacreditar, minimizar o restar importancia a la cuestión misma del intercambio libre de información entre los cubanos y el ancho y ajeno mundo del que casi nada pueden saber, cautivos en el territorio insular de su país.

¡Día triste que recordaremos siempre! Orlando Zapata Tamayo, héroe por derecho de civismo, ha caído en un combate que sólo con su muerte podía ganar para todos los cubanos.

Viene este nuevo crimen a sumarse a la larga lista de asesinatos políticos del castrismo mediante igual procedimiento: no ceder a las exigencias de un preso que sólo reclamaba que no continuaran las golpizas, los abusos de toda índole, que se respetara al menos su derecho a ser tratado como persona. Al recuerdo, viene de inmediato el asesinato de Pedro Luis Boitel (1931 – 1972) bajo similares circunstancias, o el de Miguel Valdés Tamayo (1956 - 2007) de fecha más reciente, y el de tantos otros, abandonados a su indefensión por la indiferencia o la complicidad para con los asesinos, de innumerables jefes de gobierno como José Luis Rodríguez Zapatero, o partidos diz que democráticos, y figuras de las artes o las letras, como Nadine Gordimer entre muchos otros, que no vacilan en exigir la libertad de cinco espías castristas convictos en los Estados Unidos de cometer —contra una nación democrática que los acogía— la peor de las traiciones.

A esta luz, contrasta, si bien no sorprende, que ante la indiferencia del gobierno español —autoproclamado campeón y representante absoluto de los derechos que supuestamente asisten a la tiranía castrista, antes que de los derechos fundamentales de que se ven privados los cubanos— el reclamo que formula el Ministro español de lo Interior señor Rubalcaba, en el sentido de que a los islamistas acusados de terrorismo y presos en Guantánamo, que habrán de ser acogidos en España, se conceda el beneficio del “estatus legal (…) que le permite la Ley de Extranjería [uno de cuyos artículos permite que] por razones humanitarias [se dé a] un ciudadano permiso de residencia y por supuesto (…) la posibilidad de trabajar” (Citado por Libertad Digital).
Nadie pierda la compostura. Obsérvese la solicitud con que el señor Rubalcaba procede a declarar ciudadanos a estos terroristas. ¿Será, por lo mismo que el gobierno socialista de Zapatero y el ministro de marras accedieron al poder cuando nadie podía esperarlo, tras el peor atentado ocurrido en Europa perpetrado por intereses muy creados para hacer posible lo que, de lo contrario no lo hubiera sido ni remotamente, mientras los socialistas y sus activistas de pasquín y asalta cuellos acusaban al saliente gobierno de Aznar de ser la causa del criminal atentado? ¿O será, simplemente, porque el diablo los cría y ellos solitos se juntan?
Otro al que habría que echar en cara su complicidad complaciente es al lulita de Lula, presidente del Brasil de visita en Cuba cuando precisamente moría a cuenta gotas el preso político Zapata Tamayo sin que el candoroso Raúl se diera por enterado, o el visitante por aludido.

Soy de la idea de imprimir —es decir, de que cada uno de nosotros por su cuenta haga imprimir— un buen número de camisetas con el nombre y el semblante de este patriota cubano, y las envíe de regalo a los diputados de todos los partidos en el Congreso de los diputados españoles y a los diputados brasileños. Y ya puestos a ello, a nuestros congresistas y senadores en Washington D. C. Que de cualquier parte les lleguen estas camisetas que les hagan recordar su parte en este vil asesinato. ¡Uno más!
No descansemos ahora. No paremos de denunciar alto y claro. Porque habrá otros. Mucho me temo, que el próximo a sacrificar en esta recta final de la tiranía ya ha sido escogido. Su nombre, que aquí adelanto con el propósito declarado de salvar su vida y la de otros de sus compañeros, es el periodista Normando Hernández González. Movilicémonos de inmediato, vertebrando una organización que obligue al régimen a ponerle riendas a su atropello, e impida que a la muerte de Zapata Tamayo se le sumen otras muertes.

Impidamos que maten —o dejen morir— a Normando Hernández de causas por las que siempre podrán declararse inocentes como Pilatos. No alcance el agua a la mano para lavar tantas manos hipócritas y cómplices, sean de políticos o de quienes sean.

Rolando D. H. Morelli, Ph.D. Escritor, académico e intelectual cubano residente en Philadelphia, es asimismo el fundador y director de las Ediciones La gota de agua.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Me lo dijo Adela

Adela, la del cha-cha-chá, la nacional Adela, la internacional Adela, me dijo hace unos días que la madre de crianza (su tía política Roselia) de Carlos Victoria (Olivera), que reside en el Reparto Jayamá, de Camagüey (que originalmente fue una especie de barrio de campesinos emigrados a la ciudad bajo la sombra pentecostal norteamericana), está cobrando o ha cobrado ya el seguro que su sobrino Carlos le dejó a su nombre al fallecer, y que la india zapinga y zacateca y metalecalacalaca, con la que cometió el error de casarse en pago a que la angelical centroamericana cuidaba de su madre en los últimos momentos (y seguramente despreciaba con todas sus fuerzas oscuras, ancestrales y profundas de raza trasquilada que traslada su odio al resto de la humanidad), intentó impugnar para, además, de la nacionalidad norteamericana, la posible pensión de viudedad y la miseria de la librería de Carlos subastada en un patético garage-sale, auxiliada por Daniel Fernández (t.c.c. Truca Pérez), quedarse con el dinero que Carlos había destinado a quien lo crió, persona verdaderamente especial y angelical que sufrió por él todo el sufrimiento y cariño impagable de una madre.

ME ALEGRO infinitamente que a la india zapinga se le haya torcido su aviesa intención.

David Lago

DAVID LAGO GONZÁLEZ - Descanse en paz

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DESCANSE EN PAZ 

Lázaro Zapata Tamayo,

todos los que fueron y todos los que vendrán.

 

La ventana original, típica de una casa neo-colonial camagüeyana, había sido sustituida por otra que no llegaba al suelo, pero que era más ancha. Eso fue cuando mi padre compró la casa a los Sastre y reformó totalmente su interior y la fachada, aunque respetando la distribución tradicional de las piezas. No sé si la fachada ganó o perdió: simplemente cambió. Durante muchos años, los dos batientes de madera que cerraban la abertura a la calle estuvieron protegidos por una cortina de lamas de esas que aquí en España llaman “venecianas”, no sé por qué. Al adentrarnos en tiempo y calado en el paraíso que el destino y el comunismo nos reservaban, las cortinas dejaron de existir en las tiendas, incluyendo también a las tiendas que una vez las contuvieron, y el mantenimiento de aquel objeto embellecedor pasó a ser un problema; cada cierto tiempo pasaba un señor que clandestinamente se ocupaba de sustituir las cintas y el engranaje que sostenían las lamas y las hacían funcionar, cobrando 25 pesos, exceso al que finalmente hubimos de renunciar cuando se agotó lo que había ido quedando y lo que yo percibía como salario no era suficiente para tales lujos burgueses, de modo que la ventana por lo general estaba abierta o cerrada, de forma drástica y total, sin medias tintas aburguesadas para encubrir el interior de la sala y la saleta, que constituían un sustituto arquitectónico de nuestras vergüenzas personales.

Recuerdo muchas escenas de mi vida personal y familiar acontecidas en aquel ventanón. En realidad, aquel era un sitio importante en la distribución de los espacios de la vivienda, tan es así que se constituyó en escenario de un largo poema dedicado a mi madre, que escribí tras su muerte en Madrid. Nuestra vecina de la derecha, Blanca Mayo (R.I.P.), gustaba de pasar horas conversando con mi madre —y también conmigo— en la ventana, unas veces recordando temas familiares o sociales de otras épocas, otras veces en conversaciones más íntimas, y muchas, muchas veces “gusaneando” (el placer de “gusanear” es algo que se perdió mucha gente que nadaba entre dos aguas y aún sigue escondiendo la ropa mientras cruza el río, u otros ríos, mares y arroyos). Me vienen ahora a la memoria los comentarios apasionados de Blanca cuando se corría el rumor de algún fusilamiento con el “dicen que ayer fusilaron a ese muchacho, chica, el de (no sé qué)... estos hijos de puta que parecen que no tienen madre, pero algún día pagarán todo lo que han hecho y siguen haciendo...”, y así, bla bla bla, el diálogo se cortaba o bajaba su volumen al paso de un desconocido, o de un conocido catalogado como “adepto” o simplemente no clasificado aún. Eran los largos tiempos en que Cuba contaba, estadísticamente, con miles y miles de presos políticos, entre otras cosas porque casi todos los “delitos” estaban considerados como “políticos”. Como yo vivía dentro entonces, no sé cómo se manifestaba eso fuera de Cuba. No sé si se sabía, si no se sabía, si alguien protestaba, si los gobiernos mandaban una diplomática nota de desacuerdo, o si Barbra Streisand devoraba nerviosa e indignada una de sus preciosas y preciadas uñas por el acontecimiento.

Tal vez era igual que ahora, que estoy en este otro lado. Pero en realidad a mí me sigue pareciendo más genuino el recuerdo de aquellas dos mujeres dándole vueltas al rumor de la muerte a ambos lados de la ventana. Y luego que las horas pasaban y los pies ya lo sentían, se acordaban de la tortura de la obligación de cocinar para satisfacer de alguna forma la necesidad de alimentarnos. “Ay, Blanca, que yo todavía no he preparado nada...” decía mi madre. Corriendo se cerraba la ventana, y quedaba resonando su última reflexión: “¿Y qué invento yo para almorzar esta tarde?”

La vida y la muerte —y la impotencia entre ambas y ante las dos— siempre juntas, inevitablemente.

© David Lago González

martes, 23 de febrero de 2010

ROLANDO H. MORELLI - Los tiranos mueren. ¿Sobrevive la vileza?

http://www.cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/23_O_1.html

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Los tiranos mueren. ¿Sobrevive la vileza?

(Los que son, los que están y los que las pintan calva).

Rolando D. H. Morelli, Ph. D.

FRASE: Entre tales servidores bien aprovechados he conocido a no pocos en mis años de exilio, disfrazados de periodistas, de libre pensadores, de hombres de negocio, de banqueros, de actores y actrices, de directores teatrales, de activistas, síndicos o sindicateros, de profesores universitarios, de escritores, poetas y no sé de cuántas cosas más

FILADELFIA, Pensilvania, febrero, www.cubanet.org -Un chiste procedente de Cuba, cuenta que desde su lecho de muerte el Primer Tirano en Jefe oye un murmullo de voces, e inquieto pregunta al segundo de la tiranía y su primer acólito e intérprete: «¿Y eso que es, Raúl?»  El adulón de su hermanito, que ha organizado para la ocasión una masiva manifestación de duelo popular, le responde prontamente: «Es el pueblo, Fidel, que viene a despedirse…» En ese instante, como si hubiera sido picado por un tábano se sacude el comatoso, intenta incorporarse sin ayuda y pregunta con una ferocidad renovada en la voz: «¿Y a dónde creen esos que van sin mi consentimiento?»

El cadáver de la tiranía ha entrado en movimiento estos días. Imposible saber de seguro qué murmullos o estímulos lo animan. No se trata de Lázaro redivivo, asombrado y dispuesto a aprovechar una segunda oportunidad que de tal modo se le presenta, para redimirse. Oportunista, a la manera de los virus y las alimañas, la tiranía castrista sobrevive a costas de su pueblo, y de cualquiera que se ponga al alcance de su uña, de oportunidad en oportunidad, y gracias a los oportunistas de toda laya que la sirven a la vez que se cobijan a la sombra enferma que proyecta.

Entre tales servidores bien aprovechados he conocido a no pocos en mis años de exilio, disfrazados de periodistas, de libre pensadores, de hombres de negocio, de banqueros, de actores y actrices, de directores teatrales, de activistas, síndicos o sindicateros, de profesores universitarios, de escritores, poetas y no sé de cuántas cosas más. En infinidad de casos se trata, pura y simplemente de oportunistas avezados. En otros tantos casos se trata de verdaderos convencidos de su causa. Estos últimos, no son ni siquiera comunistas, si por tal se entiende a un individuo poseído por el equívoco complejo del llamado igualitarismo que ha de terminar, como siempre ha terminado, donde mismo empezó: ¡Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros!, que diría Orwell. ¡No! Se trata de resentidos de todo orden. De gente a fin de cuentas desesperada (y desesperante) inconforme con su condición humana, o desterrada, o frustrada de cualquier manera, que halla la manera de reivindicarse a sus propios ojos y a buen resguardo, mediante la idealización de un fauno, por demás decrépito.

A mi regreso de uno de los tantos viajes que di a Cuba cuando mi madre moría lenta y penosamente de cáncer, coincidí por puro azar en el aeropuerto de Rancho Boyeros con un viejecito de apariencia limpia y algo espiritado que resultó ser periodista en Miami, y lo había sido antes en Cuba. El nombre no me era del todo desconocido pues que de niño había leído yo, todavía en Cuba, algún escrito suyo. Luego le habían calumniado acusándolo de todo lo posiblemente vil cuando se marchó del país, antes de que sobre su nombre cayera el silencio más absoluto.

Y ahora, este viejecito —incluso simpático— que al parecer contaba con ciertas facilidades (o bien mentía al respecto) para ir y venir de los Estados Unidos a Cuba, me contaba cómo era que en Miami no se podía ya vivir por causa de los cubanos que seguían llegando en oleadas, y razonaba disparatando que la Revolución había querido adecentar el país, pero que Fidel no lo había conseguido por culpa de esos mismos cubanos que no lo comprendieron. Fidel tenía razón. Y él se había equivocado al juzgarlo comunista. Ahora se había reconciliado con la verdad y Fidel hasta lo recibía de vez en cuando o lo había recibido alguna vez. No consigo precisar qué fue exactamente eso que me dijo y reiteró en varias ocasiones. «A mí me acusan ahora de comunista y de infiltrado. ¡Ahí en ese Miami que usted seguramente conoce también! Y no me permiten escribir en los periódicos de ahí. Claro que yo soy un bicho, y me cuelo hasta por el ojo de una aguja. ¡Yo soy un sobreviviente! ¡Un bicho! Y escribo lo que me da la gana donde me lo publiquen».

Aunque me daban ganas de dejar al enajenado señor con la palabra en la boca, opté por quedarme sentado donde estaba y oír cuánto tuviera que decir. Un escritor no sabe nunca en qué momento habrán de servirle ciertos diálogos y confesiones ni siquiera buscados, que las impredecibles Musas le sirven en bandeja de plata y es de buena educación no rechazar. Al cabo, el indignado viejecito puso en mis manos varios ejemplares de otras tantas publicaciones miamenses que reproducían impresiones habaneras o viceversa. No tuve ocasión, naturalmente, de preguntarle de qué censura se quejaba entonces. A lo mejor el exilio simplemente no estaba interesado en oír sus patrañas o puntos de vista, pero de eso a creer que se le censuraba por el mero hecho de no ser popular o muy leído había su distancia.

Desde entonces he perdido de vista al señor periodista, pero he oído decir de él en Miami y otras partes (incluso a algunos amigos en Cuba) que en efecto, es comunista.  Lo que en realidad buscan decir, no es que sea comunista comunista, sino que tiene alma, pluma y voluntad de servicio a la causa que se proclama tal (¿entonces por qué habíamos de dudarlo?) y que representa con ventaja Fidel Castro. Noto y anoto como cosa curiosa, que este señor que fuera aliado y simpatizante del joven revolucionario Castro, y que se apartara del régimen cuando aún era joven y presuntamente idealista, haya retornado al seno del tirano en su vejez para entregársele y proclamar su lealtad, devoción y arrepentimiento. Todo ello se presta a conjeturas que se hacen y sirven para dar volumen al personaje miamense, que de otra manera carecería de relieve. ¿Se trató siempre de un infiltrado en tierras del exilio verdadero? ¿Obran en las manos de la Seguridad del Estado cubana algún o algunos trapos sucios con los que amenaza al viejito de marras? Me inclino por la hipótesis más benigna de que, las inclemencias de la edad y el destierro, y acaso mucho de vanidad herida, le inclinaran hacia lo que no es sino traición a sí mismo. ¡Pobre diablo, víctima por partida doble de la tiranía que aúpa a conciencia o sin conciencia! ¡Da lo mismo!

La eximia y nunca olvidada Lydia Cabrera me dijo una vez en Miami, en ese tono conversable que era el suyo de toda ocasión, que “antes que ser escritor o artista o lo que [fuera], uno [era] persona con dignidad, y cubano entero”.  Es decir, que no se trata de una cuestión de conveniencia o de “tener opiniones distintas” —como a veces se afirma— sino de ser consecuentes con unos principios fundamentales, que son también fundacionales: de nuestra persona, de nuestra integridad, de nuestra nacionalidad. Lydia Cabrera vivió ignorada en España a su salida de Cuba, como asimismo ocurrió con el gran poeta Gastón Baquero y tantos otros  —ella que en su patria era conocidísima, por ser ella misma y por ser hija del patricio don Raimundo Cabrera y cuñada de don Fernando Ortiz— y modestamente en Miami, donde murió a los noventa y tantos, hace unos años, consumida por la edad, mas no vencida. Invicta en su pobreza no indigna, siguió trabajando y escribiendo sobre Cuba y costeándose ella misma o con la ayuda de algunos amigos sus libros, que el régimen prohibía leer en Cuba, y a la muerte de Lydia comenzó a editar para consumo externo de turistas despistados o viajeros alertas que paguen en dólares contantes y sonantes por una edición pirata de El monte, que sólo puede encontrarse en el aeropuerto José Martí.

Sin embargo, ni Lydia ni Gastón rogaron al final de sus vidas ser acogidos al redil del tirano. ¡Ésa ha sido y es la regla de nuestros intelectuales exiliados! Ser ellos. Primero personas con dignidad y respeto por sí mismos. Primero cubanos que tener un país cautivo por público que los lea, y un gobierno despótico que pague la infamia de sus servicios con las ediciones de sus obras. Sin embargo, las excepciones no sólo confirman la regla sino que sirven de caja de ecos al tirano, allá, acá y acullá. Se las dan de mártires, hablan de reconciliación con lo irreconciliable, siembran a su alrededor la confusión en que viven y prosperan, para ocultarse en las marañas. Al final, puede que hasta lleguen a creerse lo que dicen. No son ‘comunistas’ en sentido lato, ni en sentido estrecho. No son sino arrepentidos por auto-persuasión o disuasión y conveniencias oportunas de su persuasión primera: apóstatas de su apostasía.  No son iconoclastas con causa. Ni siquiera son todos ancianos vencidos por la nostalgia o las aflicciones de la preterición. ¡No son! ¿Han dejado de ser? Tal vez nunca fueran nada. La tiranía es una absurda maquinaria sin alma cuyo combustible más preciado son los desechos que consigue por la fuerza, o que fomenta con su capacidad de seducción sobre algunas materias maleables y ciertas naturalezas predispuestas. 

Rolando D. H. Morelli, Ph. D. Escritor, académico e intelectual cubano residente en Philadelphia, es asimismo el fundador y director de las Ediciones La gota de agua.

ENRIQUE AGRAMONTE - Él y Ella

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Kike,

en estos momentos

algunos amigos tuyos pensamos en ti

con la mejor de nuestras energías.

David, Belkis, Karin

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lunes, 22 de febrero de 2010

HAROLD ALVARADO TENORIO - Rostro y voces en Manga

 

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Fuiste y volver

no fue memorable.

Menos,

el rostro de un muchacho,

amaneciendo en Manga.

No hubo maravillas

ni sabiduría ni soberbia

ni codicia ni desdicha ni engaño.

Sólo ese rostro,

bello como la misma juventud,

helado, como los tiempos que corren,

incluso en Manga,

donde la luz es más bella

y todo parece dispuesto para que seas feliz

si, la vida, te lo hubiese advertido.

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La vida, quiero decir la muerte,

que incansable

te esperaba detrás de la puerta,

repitiendo, como idiota:

Si todo vale nada,

el resto vale menos.

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Harold Alvarado Tenorio

http://www.haroldalvaradotenorio.com

sábado, 20 de febrero de 2010

DAVID LAGO GONZÁLEZ - VIDA EN EL LABORATORIO

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Rescato este texto de mis archivos, a pesar de que ya fue publicado en el Penthouse con anterioridad y también editado por la Revista Hispano-Cubana, por la vinculación que tiene con el post "La expresión obviada (I)", que aparece más abajo.

El Autor

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VIDA EN EL LABORATORIO

 

Aprendes a moverte por el mundo de la censura sin perder el equilibrio, y tú, desdichado, lo tomas entonces por un juego divertido. A veces te dan palmadas en el hombro por tu “valentía”.

Aun así, no diría que emprendí abiertamente el camino de la rebelión, pues nunca había sido yo un espíritu rebelde; sólo aumentó mi asco. Sí, el asco se encargó del resto. Quien no ha vivido en el mundo de las causas ininteligibles, quien no se ha despertado nunca con el sabor de este asco en la boca, quien no ha sentido nunca cómo se extiende por su organismo y lo domina, por último, esta epidemia de la impotencia universal, no sabe de qué estoy hablando.

Imre Kertesz

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Establecer márgenes generacionales para lo que en este texto intento exponer es algo sumamente difícil. Los números ofrecen una perspectiva demasiado rígida y esa rigidez se adapta mal a la evolución creativa, y también a la propia involución del creador cuando su vida y sus circunstancias, independientemente de las generales, transcurren íntimamente ligadas a su posición y proyección éticas. Vida y obra se encuentran entrelazadas, sobre todo en el caso de los poetas, pues la una y la otra se alimentan entre sí, se reflejan una en otra y casi llega a suceder esa simbiosis que se da caprichosamente entre los perros y sus amos: ambos terminan pareciéndose, si no fusionándose, sin poder determinarse a posteriori quién fue el primero en semejarse al otro.

Tal vez por eso quizás sería mejor proponer una barrera, una línea divisoria que, aparte de la edad de las partes concurrentes, establezca esa aproximación a la diferenciación que se escapa a lo generacional cuando el creador —y especifico, creador— es un ente que, aún inconsciente o subconscientemente, trata siempre de superponer su albedrío a las reglas de mercado, a las normas de conducta, y/o a los intereses políticos.

En la medida de la obviedad, el año 1980 en Cuba constituye una buena y palpable referencia para establecer diferencias, definiciones y prolongaciones, ya sea de forma general o en el caso particular que nos ocupa. Hay un antes y un después del año 80 con su cascada de acontecimientos limítrofes: trágicos social y físicamente; bochornosos en lo ético-social; ominosos en lo humano, y también reconfortantes; definitorios en el compromiso personal de cada cual consigo mismo. El mes de abril fue nuestra Noche de los Cristales Rotos, por la que desfilaron, con el desorden que caracteriza a esas latitudes, las más bajas pasiones. Incluso, de manera institucional hay muchas cosas que antes de esa fecha eran tratadas de una forma y, después de mayo del 80, pasaron a ser tratadas de otra: por ejemplo, la consideración y correctivo político o delictivo de muchos actos (escapar del país cruzando el estrecho de La Florida, comprar carne de contrabando, hablar mal de la Revolución o de alguno de sus dirigentes, etc.)

Partamos la Revolución a la mitad. En esos primeros 25 años guillotinó muchas maríaantonietas y los bucles quedaron a la deriva, rodando desordenadamente por el suelo. Partió por la mitad muchos conceptos y formas de ser y estar, ideas y gestos en los que habíamos nacido y crecido antes de la Revolución, y que conformaban en nosotros “el fuerte” en el que se apoyaba o se apoyaría lo que luego seríamos, el sustrato del que, de una forma u otra, floreceríamos, o del que floreceríamos en una forma o en la otra.

Una forma era mantener nuestra esencia personal e individual, nuestra libertad a decidir en cualquier aspecto de nuestra vida, nuestra innegable e irrefrenable necesidad de selección y nuestra exigencia por determinar, establecer, fijar, definir –es necesario que los mencione todos, aun cuando resulte cansino y repetitivo–, sentar, adoptar, optar, elegir, tomar e incluso, si podíamos, declarar el YO que había en nosotros, por encima de ese todos, cuba, revolución, pueblo, unidad, antiimperialismo y gran etcétera del colectivismo que nos tragaba, nos anulaba y quería sustituir lo natural del ser humano con la imposición de unos excelsos valores de hojalata, plomo y manual para principiantes. Lo logró: nos tragó. Y después de digerirnos, nos devolvió al exterior. Y somos lo que somos, final de algo que nadie gusta de reconocer, o que alimenta y mantiene a algunos otros.

La otra (forma) era capitular ante el aplastante poder de la fuerza, ante la subyugadora fuerza del poder, y ser brizna arrastrada u ola de esa corriente, llevándonos a nuestro paso cualquier cosa, impedimento o no, que encontramos en el camino. Y ambos, La Revolución y nosotros, lo logramos, cada cual en su medida: ella nos tragó, nosotros nos creímos que nos la habíamos tragado. Y después de digerirnos, nos devolvió al exterior. Y somos lo que somos, y por mucho que nos reciclemos siempre vamos a ser lo que somos.

Quizás hay un punto intermedio entre las exposiciones de los dos párrafos anteriores: el que se lo creyó y/o el que quiso, ha querido y quiere dar la imagen de que se lo creyó. Esta proyección va acompañada de una entelequia: las ideas son puras y no traicionan, son las bocas y las manos las que tuercen estas ideas al ejecutarlas. Pero, no obstante, las ideas las genera el hombre, no son una suerte de milagro. La Biblia fue escrita por los hombres, no la escribió Dios.

En un estado totalitario y represivo, sutil o brutalmente, lo anteriormente dicho se materializa, pues, en tres clases de individuos: el consecuente consigo mismo, el arribista, y aquel otro que, llevado por el humano afán de subsistir, accede íntimamente a ceder parte de sus convicciones a favor de una proyección pública que lo contradice pero que le resulta tolerable porque puede sobrellevarla con una cierta asepsia. El problema es que el tiempo avanza, los años vuelan y las dictaduras –específicamente aquéllas de las que podemos hablar por haberlas conocido, las comunistas— exigen cada vez más terreno individual a favor suyo. Cuanto más avanzan en el tiempo, más viscosas y enrevesadas, e inteligentes y maquiavélicas, se hacen.

La Revolución Cubana lleva ya medio siglo de vida. Sin duda alguna, en su primera mitad los métodos de convencimiento y atracción fueron más cruelmente sutiles, angelicalmente diabólicos, brutalmente refinados, porque tenían que vencer y convencer a un abanico de pensamiento mucho más amplio. Ya muchos eran hombres formados cuando triunfó la Revolución. La misión de convertir a estos era dura. La misión de convertir a aquellos cuyas ideas recién habían comenzado a brotar de entre su sustrato personal, individual y único, fue, sencillamente, criminal. Jugaban con la infancia, torcían sus manifestaciones, encorsetaban sus libertades, incriminaban sus pensamientos espontáneos. Una buena parte de la población tuvo que buscar sus caminos sometida a estas coyunturas. Para algunos fueron definitivas y los marcaron de por vida, inutilizándolos. En otros actuó como propulsión de una ola de oportunismo que barría todo lo que encontrara a su paso. Entre ambos, están los del montón, los del no pero sí, los del aparentado, los del “hay que vivir”.

Pero en medio siglo hay una segunda mitad. Para los últimos 25 años la Revolución tenía algo ganado: no tenía que lidiar desde el inicio con generaciones que arrastraban reminiscencias propias de otros tiempos distintos. Ya tenía las suyas propias, nacidas después del año 59, más puras o menos contagiadas que las anteriores. Aunque, por muchas revoluciones que sucedan al unísono, no es posible barrer del todo con una ética meramente humana, intrínsicamente histórica, tradicional, prácticamente genética, es lógicamente aceptable, y aceptado es, que nuevos valores éticos se vayan produciendo y sucediendo a lo largo del tiempo. Cuando menos, grandes o pequeñas variaciones. Las proporciones éticas están compuestas por una pequeña isla de objetividad nadando en un océano de subjetividades. Aunque miradas desde fuera, ciertas cosas y actitudes pudieran ser vistas desde una misma perspectiva, es absolutamente admisible que esa óptica no fuera aplicable, no al hacer un zoom sobre el punto, sino a nacer, crecer, vivir y morir en ese punto y desde allí al exterior.

Me hago muchas preguntas sobre la naturaleza humana. Sobre la pureza de esa naturaleza. El condicionamiento existe en todo tiempo y lugar, y cuanto más cerrado y asfixiante es el espacio, más maneras se ingenian para obtener más oxígeno. Pero, ¿todo es válido? ¿Todo es ético? ¿Dónde están los límites? Y ¿cómo probarlos, cómo medirlos? Dudo sobre cómo juzgar a la gente. Los valores éticos han cambiado, eso está claro. Pero ¿podemos afirmar categóricamente que todos los venidos después son oportunistas desalmados? Lo ignoramos, verdaderamente. No sabemos acusar por igual –quizás también porque partimos de una ética--. Tampoco somos todos iguales, salvo en la categoría de la cobaya. Tal vez los primeros sufrimos más experimentos, mayor experimentación, mayores errores, y carecíamos de los anticuerpos que los segundos han ido ya generando sobre nuestra experiencia acumulada.

Para unos, la vida en laboratorio ha mermado definitivamente el interés por otra opción vital, cualquiera que ésta sea. Los resultados han sido letales. Si la Revolución cavó la fosa, el agotamiento coloca sobre ellos su pesada losa.

Para otros, la vida comienza a partir de ahora, fuera del laboratorio. Y están prestos a demostrar su capacidad y las habilidades ganadas durante el entrenamiento.

No obstante, debe existir un equilibrio en alguna parte. O, ¿habrá muerto del todo aquello que Martí llamaba “mejoramiento humano”?

© 2007 David Lago González.

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Enlaces vinculados: "La Expresión Obviada (I)" http://heribertopenthouse.blogspot.com/2010/02/david-lago-gonzalez-la-expresion.html

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Nota del blogger y autor: Este texto fue censurado por los entonces editores (Ena Columbié y no sé quiénes más) de La Peregrina Magazine para el número sobre "pensamiento cubano" por considerarlo demasiado "pesimista" (dejo al lector la valoración de esta opinión). La Peregrina Magazine es una revista digital dirigida por mi amiga (y soulmate) Karin Aldrey, a la que pertenezco y con la que colaboro desde prácticamente sus inicios en Marbella, España. No sé si al ostracismo acostumbrado en la etapa insular, deba añadir el título nobiliario de "censurado en la otra Cuba", mas, sea lo que fuere, es significativo de que la verdad por lo general no es bien recibida en ninguna parte. Finalmente, el texto fue publicado (y pagado) en la RHC.

jueves, 18 de febrero de 2010

LIBERTAD AL DESNUDO

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http://www.noticias24.com/actualidad/noticia/144133/asi-protesto-un-hombre-en-madrid-por-la-democracia-de-cuba/

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¿Es un pájaro?  ¿Es un avión?  ¿Un speedo patriótico?  ¿Una simple banderita cubana, de las mismas que me obligaban a levantar cuando la visita de Kim Il Sung u Omar Torrijos?

¿Es Superman?

¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO!  Es un chico cubano protestando por la ausencia de derechos humanos en Cuba y en contra del comunismo, en un insuperable efecto mediático en contra del encuentro oficial del Ministro de Relaciones Exteriores de España, Sr. Moratinos, acompañado de otros más, y una delegación del gobierno cubano, indigna y vergonzante representación de una dictadura comunista, fascista, que ya está bien lista para perecer tragada por sí misma y por los hijos de su madre y de su padre que la han devorado, como contribuyen a devorar al pueblo que sí no representan los neo-colonialistas españoles y todo tipo de mercaderes sin escrúpulos, los comunistas trasnochados, los cayos y los gaspares, los etarras y cualquier otro detritus terrorista.

No sé de quién ha sido la idea: si del desconocido chico o de algún grupo de la disidencia, tan opaca y tan gris, o tan conveniente y paralela y para-intelectual (desde luego, en la maquinación del asunto debe haber intervenido alguna loca).  Pero ¿en qué quedan ahora las yoanis y los riveros y los hernández bustos y los que sean?  ¡Con esta disidencia sí que me siento yo identificado!

¡Ojalá las buenas cosas para el país donde nací empezaran a levantarse como ese impulso que se advierte bajo la enseña nacional!

David Lago

miércoles, 17 de febrero de 2010

DAVID LAGO GONZÁLEZ - La Expresión Obviada (I)

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A MODO DE INTRODUCCIÓN

Creo que cursaban todavía los años 80 cuando una tarde, recorriendo la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que ocupaba la mayor parte del Paseo de Recoletos, en Madrid, hubo de dar con un libro de tapa dura gris en cuyo lomo se leía “Literatura Rusa Clandestina”. Sin pensármelo mucho, decidí birlar a mis deberes la para algunos exigua cantidad de 500 pesetas y hacerme con el libro de marras. Era una recopilación de relatos escritos por patronímicos desconocidos, que han seguido siéndolo a lo largo del tiempo transcurrido y a pesar de las sorpresas históricas acontecidas. Habían sido editados artesanal e inicialmente en los célebres Samizdat, “publicaciones clandestinas” que circularon en la Unión Soviética y cuyo nombre era una abreviatura con alusión irónica a la de Gosizdat, que correspondía a la Editora estatal rusa.

Años después vendría la lectura de los demoledores testimonios de los “Archivos Literarios de la KGB”, pero esos relatos ya me habían impresionado lo suficiente como para sentirme siempre reflejado en el espejo de esos artistas que prácticamente perdieron sus nombres, sus obras y el significado de sus vidas bajo el anonimato impuesto por una ideología bestial y sutil que me ha hecho hermanarme a sus destinos.

En ellos pienso también cuando escribo este trabajo.

El Autor

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Perteneció a esa generación de artistas que, como gorriones de Mao, la Revolución obligó a volar lejos de su habitat, hasta reventarlos. No tuvieron respiro, ni pudieron llegar. Cuando entraron a la Universidad, los expulsaron. Y cuando salieron a la calle, los encarcelaron. Después los deportaron, y los mandaron a ese campo de concentración que es Miami. El Exilio se presentaba como un inmenso arrozal donde, ya por costumbre o por miedo, evitaron posarse. Muchos artistas desahuciados y desconocidos deambulan por las calles de la ciudad: son como muertos vivos.

                                                                                     Néstor Díaz de Villegas

                                                                                 (In memoriam Carlos Victoria)

 

En el panorama cubano de la creación literaria y artística existen especialmente dos generaciones (grupos generacionales, grupos, grupos circunstanciales) que han sufrido o experimentado, con mayor crudeza y consecuencias, el rigor represivo de La Revolución y su comunismo insular.

La primera fue el llamado grupo de EL PUENTE, que reunía espontáneamente a jóvenes artistas, mayormente literarios, que al triunfo de la Revolución habían alcanzado ya una definición en el primer paso de la evolución creativa. Es lógico y totalmente admisible que este conjunto de sensibilidades diversas, pero provistas todas del germen anárquico (y también contestatario) de todo acto creativo, se sintiera esperanzado y entusiasmado ante lo que les parecía —y aparecía— como “un cambio”, algo nuevo y fresco que políticamente estuviera más en la línea de sus irreverencias hacia los estrechos cánones de una sociedad burguesa y socialmente obsoleta que rechazaban. Muy pronto iban a saber cuán más estrechos aún eran y serían para siempre los parámetros de aquel cambio de dirección con que la Historia, y la terrible historia de las confusiones, comenzaba a cercenarles y a definir los destinos de sus vidas y carreras, y no solamente las suyas propias sino las de todo un pueblo, tanto para bien como para mal, a lo largo de los próximos 70 o 100 años futuros, ya fuera por contacto directo como por las consecuencias de por vida derivadas de la experiencia. Es de significar que esa “terrible historia de las confusiones” no iba a limitarse a las cotas jurisdiccionales de su pequeño e insignificante territorio nacional, sino que contagiaría a la mayor parte del mundo, sobre todo occidental, tanto desde lo más primario como hasta lo más intelectual y “pensante”, lo cual serviría de muro de resonancias para la represión que ya experimentaban en casa. EL PUENTE simplemente no estaba previsto en el “stablishment revolucionario” (aún incluso no auto-declarado como comunista), y sucedía por iniciativa propia y personal de un conjunto de jóvenes que ese gran poder incipiente (pero excesivo y totalitario desde su cimiente) no había creado ni controlado, y que al intentar lo segundo dio al traste con el movimiento, dispersándolo y anulándolo a través de la represión y el terror, sirviendo de involuntarios e inocentes conejillos de Indias en los que experimentarían todos los métodos posteriores de disuasión y control de la personalidad artística individual. La Revolución, lejos de ser un elemento aglutinador, es un monstruoso elemento y mecanismo de separación y anulación de la voluntad individual, así mismo como de la manipulación colectiva y de una tergiversación propagandística, amén de maquiavélica, convincente a los seguidores con una fe de base (irracional, como suelen ser todas las variantes de la fe). A los jóvenes de EL PUENTE les tocaría ser los primeros en estrenar toda la gama de métodos de disuasión: exilio temprano, represión carcelaria, asociación con extranjeros y expulsión del país, métodos “correctivos” psiquiátricos, sujeción, auto-control, auto-censura, ostracismo, resignación acomodaticia y oportunismo voraz, pasando, claro, por todo tipo de traiciones y contradictorios lazos umbilicales mitigantes de la mezquindad que en ocasiones furtivas reúnen a comensales antagonistas alrededor de una mesa (que no es precisamente “La Mesa de la Verdad”). Todo un lamentable y tristísimo muestrario de lo que entonces se perfilaba como futuro inevitable.

La segunda generación a la que quiero referirme y que es el objeto de este trabajo es la que atañe principalmente a personas que habíamos nacido alrededor del año 1950 y que al triunfo de la Revolución estábamos entre la niñez y la pubertad, gente que en un momento vital de tránsito y formación del carácter, recibimos de lleno el impacto de un fenómeno político-histórico-social, único en sí mismo, que se permitió cambiar todo el orden establecido, con sus valores correspondientes, en apenas unas 24 horas que se hacen eternas y que dejan desnudo —o al menos, sumamente confundido— al protagonista y receptor involuntario de tal cambio. Fue como hacernos hombres y mujeres en el transcurso de una noche, de una forma nada natural. Esta aceleración brusca de la historia nos ponía en la disyuntiva de aceptar o rechazar drásticamente lo que el paso natural de la vida nos había ido enseñando y abrupta -y puedo decir también que violentamente— debíamos dilucidar sobre lo bueno y lo malo, lo acertado y lo errado, de la educación, forma de vida, costumbres, tradiciones, que habíamos ido recibiendo desde nuestro nacimiento. Nos forzaba a decidir cuando aún no teníamos la capacidad suficiente para hacerlo por nosotros mismos y el acto de decidir era una labor y un deber que mayormente correspondía a nuestros progenitores, a nuestros mayores.

Al mismo tiempo fuimos culpados abierta, públicamente, de lastres de los que no éramos conscientes. No fuimos los primeros “niños (naturales) de la Revolución”, sino los niños que la Revolución había heredado de lo que se dio en llamar poco después “la pseudo-República”, en alusión a que todo lo que no había sucedido bajo el catalizador de la pureza “revolucionaria” era en lo absoluto válido. De modo que nuestra educación en cierta forma pasó a ser un “correctivo” de supuestas desviaciones que acarreábamos de la influencia pequeño-burguesa de nuestros padres y familia. Creo que nuestros mayores intentaron protegernos físicamente ante esta avalancha de insultos vedados que propinaban a su papel de educadores a través de su apreciación de la conveniencia en aceptar los nuevos cánones, aun a costa de la posibilidad de perdernos como hijos (como sucedió en muchos casos, de ahí aquello de que los hijos denunciaran a sus padres, etc.) Intuyo el (razonable) pánico que un hecho de tal calibre despertaría en ellos, y de ahí aquella primera estampida de familias enteras con el propósito de “salvar” a sus hijos de algo que no sospechaban en toda su magnitud y que de cualquier forma sospechaban mal y entonces por debajo de toda realidad. Fue la explosión de la posible pérdida de la patria potestad, que dicho ahora suena ridículo pero que para ellos debe haber parecido simplemente atroz.

Esto ocurrió de forma generalizada con todos “los niños del 59”, pero se intensificó especialmente con aquellos de nosotros que comenzamos a experimentar “inquietudes artísticas”, y lo pongo entre comillas porque ello sirvió como motivo de recelo y persecución sistemática como posible ingrediente homosexual y de desviación de la conducta, y en general factible de dedicarnos un seguimiento personalizado. Todo parecía indicar que, más bien lejos de precaver que nuestra generación degenerara en un atajo de inservibles viciosos nada dispuestos a seguir la senda del “hombre nuevo” perfecto sólo posible en las mentes estrechas del Che Guevara y elementos afines, estuvieran absolutamente deseosos e interesados en crearnos como tal para proceder a aplicar más métodos de corrección en su afán de perfeccionamiento y exquisitez del sistema represivo totalitario y la anulación total de la personalidad individual. Incluso parecía planificado: éramos los que no íbamos a integrarnos en la maquinaria del poder, ni siquiera como oportunistas y vividores a expensas de contribuir a la mentira con la propia mentira de nuestra falsa colaboración, que, por otra parte, siempre se entendía que debía ser lo suficientemente entusiasta y dinámica como para disfrazar convenientemente cualquier atisbo de razonamiento personal: debía, tenía que ser enérgica, en pie de lucha constante, única manera de aceptar y cubrir la apariencias de cuán bien se mentía, sin importar que El Poder siempre era conocedor de la falsedad de tal simulación y se reservaba el derecho de descubrirlo y aplicar el castigo correspondiente cuando el oportunista de turno se sintiera lo suficientemente confiado como para creer que era más inteligente que La Revolución, verdadero pecado imperdonable.

Al fin y al cabo, como todos esperábamos, y todos los puntos cardinales así lo indicaban, delinquimos. Comenzamos a escribir, a pintar, a existir, al margen de las organizaciones oficiales que se supone eran las encargadas, no solamente de enseñarnos a hacerlo, sino también de conducirnos por el camino del reconocimiento y la aceptación; eludimos, despreciamos los talleres literarios, y eso no nos fue perdonado, ni por la Oficialidad ni por los que sí habían aceptado las reglas del juego. Decidimos no auto-censurarnos, sino auto-marginarnos, intuyendo ya perfectamente y anticipándonos a la marginación que el stablishment nos aplicaría o, en su caso, la labor de reconducir lo que escribíamos y producíamos a través de otros conceptos más acordes con la Revolución. No era en definitiva que hiciéramos nada abiertamente condenatorio del sistema, sino que lo que hacíamos no se ajustaba a lo establecido, ni en contenido ni en proyección, ni siquiera en la forma de decirlo o darle forma. Había un divorcio total de formas y contenidos, y para ser admitidos en las sendas que nos conducirían a ser “alguien” (Brigada Hnos. Saínz, Uniónde Escritores y Artistas, etc., aunque no muchas más), teníamos que renunciar a ser nosotros para convertirnos en ellos. En esta disyuntiva no éramos los únicos: había personas claramente pertenecientes a otras generaciones anteriores que también decidieron dejarse ser excluidos por razones semejantes o parecidas. Pienso específicamente en Raúl Ibarra Parladé (Santiago de Cuba), un poeta con el peso específico suficiente como para ser tratado con un respeto especial y que está muy por encima de cualquier poetastro que, valiéndose de su producción al servicio del Estado y su ideología, haya sido reconocido —y “reconocido”— como algo a tenerse en cuenta tanto dentro de sus fronteras como más allá de ellas (esto produciría un capítulo aparte).

De modo que lo que aquí yo (creo) bautizo como LA GENERACIÓN OBVIADA viene siendo más bien “un grupo circunstancial” de personas que nos mantuvimos al margen de los cauces oficiales cubanos y que en ese margen hemos desarrollado, sobre todo, nuestra iniciación en nuestra única razón de ser (el arte) mantenida en todo tiempo a pesar y en contra de cualquier posibilidad de reconocimiento. Como he querido sugerir hace un momento, esa marginación también en cierta forma ha viajado con nosotros dondequiera que hayamos ido y nos sigue acompañando en el llamado “exilio” (en definitiva, otra manifestación de “oficialidad”, con su propia regla del juego y su particular gama de valores, reconocimientos y exclusiones, y, paradójicamente, continuador y valedor del escritor y el artista oficial comunista, en el que existe también una gran confusión dado el prolongado tiempo del mismo y lo sutilmente preparado —por no decir “alerta”— que hay que estar para detectar precisamente la sutileza de una validación a la que el escritor o artista proveniente de los organismos oficiales insulares aspira y al que La Revolución le ha hecho creer merecedor de tal derecho).

Como fue un grupo que, salvo en cada núcleo, se desconoció a sí mismo en el sentido de su extensión a lo largo de Cuba, teniendo en cuenta que entre nosotros sólo existía el lazo de las circunstancias pero nunca fue un movimiento, y mucho menos algo organizado (como, curiosamente, quería “ver” a toda costa la Seguridad del Estado en mis visitas obligadas a sus villas y oficinas), es posible que sea una tarea a completar a partir de ahora. Estoy seguro de muchos nombres, pero carezco del conocimiento suficiente del pasado como para incluir con justicia a todo los que mantuvieron actitudes semejantes y específicamente a los que comprende ese periodo.

He aquí unos pocos nombres que considero podrían estar incluidos en LA EXPRESIÓN OBVIADA:

01. Raúl Ibarra Parladé              Santiago de Cuba.

02 Antonio Desquirón Oliva      Santiago de Cuba, 1946.

03 Carlos Victoria Olivera          Camagüey, 1950.

04 José Rodríguez Lastre          Camagüey, 1948.

05 David Lago González            Camagüey, 1950.

06 Rolando H. Morelli                Camagüey, 1953.

07 Osvaldo Lugo (pintor)           Camaguey.

08 Roger Salas Pascual              Holguín, 1950.

09 Delfín Prats                          Holguín, 1949.

10 Raúl Parrado (pintor)           Camagüey, 1948.

11 Manuel Cuadrado (pintor)   Camagüey, 1946.

12 Rogelio Quintana Puig         La Habana, 1951.

13 Rafael Zequeira                   Guáimaro, Camagüey, 1950.

14. Omar Cerit Beltrán             Camagüey, 1948.

15 Karin Aldrey                        Central Preston, Holguín, 1950.

16 José Abreu Felippe             La Habana, 1947.

17 Luis de la Paz                      La Habana, 1956.

18 Esteban Luis Cárdenas        Ciego de Ávila, 1945.

19 Evelio Cabiedes (Benny)     Camagüey, 194?-199?

20 Néstor Díaz de Villegas       Cumanayagua, 1956.

21 Juan Lara (actor, artista plástico)     Camagüey, 1946.

22 Valentín Álvarez (actor)     Camagüey, 1948.

23 Emilio de Armas                  Camagüey, 1946.

24 Rafael Bordao                      La Habana, 1951.

25 Rafael Bragado                    ¿?

26 Juan Abreu Felipe               La Habana.

27 Nicolás Abreu Felipe            La Habana.

28 René Ariza                           ¿?

29 René Cifuentes                    Camagüey, 1952.

30 Jesús Selgas  (pintor)           ¿?

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(Continuará...)

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© David Lago González

(Philadelphia, Sept-Oct. 2009)

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NOTA DEL AUTOR: Agradecería la aportación de otros nombres que consideren corresponden a las circunstancias antes detalladas.

martes, 16 de febrero de 2010

ROLANDO D.H. MORELLI - ¿Prepotencia anticastrista, o Armengoloso refocilarse?

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NOTA DEL BLOGGER:  Mi amigo Rolando --que cada vez escribe mejor--  se ha vuelto un respondón.  Está harto, igual que estamos otros tantos.  Quizás por inevitabilidad nos toca a los más independientes, cansarnos de tanto sectarismo (muy oportuno el post de Zoe) y tanta maniobra cada vez menos encubierta para intentar forzar a que los que salimos de Cuba con un mínimo de dignidad y no hemos hecho un negocio o una forma de vida de ninguna de sus variantes, continuemos caminando por el sendero de la eliminación total que desde los inicios de Tan Aciago Incidente comenzaron a experimentar con nosotros.  Por ahora es todo.

David Lago

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¿Prepotencia anticastrista, o Armengoloso refocilarse?

(http://www.cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/16_O_1.html)

Rolando D. H. Morelli, Ph. D.

FILADELFIA, Pensilvania, febrero, www.cubanet.org -Tanta mala leche evidente resuma la más reciente de las diatribas que contra el exilio escribe un tal Alejandro Armengol, acogido a sagrado entre las páginas de El Nuevo Herald, que, renunciando a mi intención inicial de mandar a la papelera dicho escrito enviado con algunos artículos de verdadero interés por amigos residentes en La Florida, me obligo a unos comentarios. Más que estar dirigidos a quien desde su poltrona mediática desbarra epítetos y acusaciones de alto comisario ideológico, denostando los ingentes esfuerzos de diferentes organizaciones por servir de enlace entre la Isla y el mundo, van encaminados a reflexionar con un lector inteligente, que es el de CubaNet, uno de esos medios que desde el exilio —aludidos por él, aunque sin ser nombrados—, demoniza Armengol.

Es posible, si bien el señor periodista del Herald no hace siquiera intento de demostrarlo o respaldar su opinión con alguna evidencia racional, que algo del dinero empleado desde hace años por instituciones privadas así como por entidades del gobierno norteamericano con el fin de promover vías que faciliten en alguna medida la consecución de la libertad y la democracia en Cuba mediante el apoyo financiero a muchas agencias noticiosas del exilio y de la Isla, sin tales recursos a su disposición, resulten mejor o peor utilizados y aún que algunos sujetos en alguna parte puedan utilizar dicha ayuda financiera de manera oportunista o deleznable. De ahí a llegar a una conclusión que es ante todo una premisa sin otro soporte argumental que su mera declaración, hay un gran trecho. Lo recorre el señor Armengol, como suele hacerlo, a pasitos de danza clásica interpretada por un bufón, y repartiendo brochazos (de brocha gorda se trata, naturalmente) a diestra y siniestra, aunque en realidad el pintor es diestro —admitámoslo— en su pintarrajeo. Gusta del rojo en todos sus matices: del grana escandaloso al último de los tintes carmesíes, pero sabe emplear de otros embarres como el gris sucio mezclado de bermellón, así como las tintas escuálidas también llamadas medias tintas.

A todos los esfuerzos por levantar puentes de comunicación efectiva entre el exilio y el pueblo oprimido del que procede, radicado en la Isla, llama Armengol nada más y nada menos que “un gran derroche de fondos”. Y después de mucho andar declara que “la clave (…) no es que varias organizaciones de Miami y Washington [D.C.] se dediquen a estas labores, sino que las lleven a cabo con el dinero de los contribuyentes norteamericanos. No es correcto que con fondos fiscales (sic) se financien programas que intentan producir un cambio de régimen en Cuba. Lo que tiene que hacer [el gobierno de] Washington es acabar de tirar a la basura cualquier plan —concebido por burócratas, políticos y vividores— para una supuesta transición democrática en la isla, y limitar la ayuda en este sentido a un fondo humanitario para los opositores presos”.

Empecemos por el final, es decir, la recomendación de este señor del Herald, de que toda ayuda debería “limitarse” a lo que él llama con sus acostumbrados eufemismos cuando estos le vienen bien, “un fondo humanitario para los opositores presos”. De procederse con arreglo a dicha sugerencia, se estarían creando a no dudarlo las condiciones ideales para una inmediata y masiva encarcelación indiscriminada de personas en la isla, porque a la larga ese dinero iría a parar a las arcas de la tiranía, como sucede ahora mismo, mal que nos pese, con las remesas de todo tipo que enviamos a familiares y amigos. ¿Podemos renunciar, sin embargo, a ofrecer tal ayuda? La respuesta, si es que se trata de que hay una sola respuesta a esta pregunta, es difícil y compleja y no responde a los esquemas con que se aparece el señor Armengol. Por otra parte, los fondos destinados a cualquier esfuerzo por la libertad del pueblo cubano se nutren no de un “contribuyente” en abstracto, sino que esa masa humana está conformada igualmente por cubanos que en el exilio trabajan y contribuyen cada día con su esfuerzo y su inteligencia al bienestar financiero de la nación en que viven o que han adoptado como segundo hogar. De la misma manera en que el espíritu de la nación norteamericana no se echa atrás a la hora de socorrer a países necesitados como Haití y muchos otros alrededor del mundo, tampoco sería serio aconsejar que frente a la sacudida sísmica cubana se mostrara remiso. ¿Irá a donde está encaminada toda la ayuda a Haití o a los necesitados del mundo, a los desplazados por las guerras, etc.? ¿Quién podría garantizar la absoluta consecución de este fin? ¿Habríamos entonces de echarnos atrás y declarar que no se ayuda si no se garantiza de manera absoluta la idoneidad del destino de dichas ayudas? Únicamente la insensibilidad y falta de civismo de un memo podía concebir semejante resolución. ¿Por qué entonces se empecina Armengol en exigir un rigor sin paralelo en el caso de la ayuda financiera a instituciones, personas y grupos de apoyo a la disidencia en Cuba y en los Estados Unidos, que se empeñan en hacer labor común en el campo de la información y el intercambio de ideas? Algunos, naturalmente, entre los que se cuentan los infiltrados de la tiranía que no podían faltar a éste y el otro lado del mar se beneficiarán apoderándose de algunos dólares. En cuanto a la falta de fiscalización de que habla Armengol, de ser cierto que las instituciones y dependencias gubernamentales de Washington que aportan fondos no llevan un conteo adecuado (cosa que es más que dudosa, y por tanto implica una doble calumnia a los que aportan y a quienes reciben tales ayudas), la responsabilidad o falta de ella de las fuentes, no puede ser atribuida a quienes trabajan día a día porque funcione y siga funcionando el puente a duras penas levantado entre la isla y el mundo.

“Cabe preguntarse” —sugiere Armengol— “qué importancia han tenido tantos y tantos artículos de poca calidad, así como reportajes mal hechos, que desde hace años llegan a La Florida y a todo el mundo gracias a la existencia de supuestas “agencias” que aquí en Miami los recogen y distribuyen”. Según su propia respuesta, nada de eso ha servido para conocer mejor la realidad cubana. “¿Han sacado a la luz hechos importantes? ¿Se puede creer en lo que se afirma en muchos de ellos? En la mayoría de los casos, estas preguntas tienen una respuesta negativa”. Armengol dixit! Si aplicáramos iguales criterios a los escritos de Armengol en el Herald, ¿no estaríamos obligados a llegar a iguales conclusiones que las suyas respecto a quienes impugna? Ahora bien, no es cierto que los reportajes procedentes de Cuba y otras partes acerca de la realidad cubana, incluso aquellos que no son precisamente modelos de periodismo, no hayan tenido una profunda resonancia en el mundo de la información. Todos estos seudo argumentos que emplea el señor Armengol ya han sido utilizados antes por la misma gente en relación a Radio o TV Martí, que aún con sus fallas constituyeron y constituyen punto y aparte en la trayectoria llamada “informativa” del régimen cubano y sus afines en cualquier latitud, los que hasta el momento mismo de ser creados tales medios de difusión, gozaban de un monopolio absoluto sobre la percepción de la realidad cubana.

Ya basta. ¡Basta ya, señor Armengol, y Armengoles todos que viven a la sombra del exilio, parasitándolo como vampiros de la noche! Cuando ustedes hablan, ocultando la prepotencia que los caracteriza, de la supuesta prepotencia de otros, en realidad se caracterizan a los ojos de cualquier lector medianamente enterado, y a fin de cuentas se descaracterizan. ¡Más cautela! La arrogancia es muy mala consejera, sobre todo cuando es iletrada. Recuerda aquello de “el maestro Ciruela, no sabía leer y puso escuela”. Los malos de la fábula que declaráis sois vosotros mismos, vuestra imagen en el espejo que os contempla sin integridad ni valor para reconocerse. No de otros se habla en la truculenta fábula de marras, señor, sino de usted. ¡De ustedes se habla! ¿No os reconocéis? Además de todo lo otro, estáis ciegos.

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*Nota. Declaro aquí, casi solemnemente, y sin que medien presiones de ninguna clase, o sugerencias de ninguna índole, que no soy empleado, ni estoy a sueldo de ninguna agencia de Miami o de cualquier otra parte. Todo lo que he escrito va por mi cuenta y riesgo. ¡Lo juro! ¡Créanme!

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Rolando D. H. Morelli, Ph. D.
Escritor, académico e intelectual cubano residente en Philadelphia, es asimismo el fundador y director de las Ediciones La gota de agua.

http://www.cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/16_O_1.html